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CIENCIA

Una posible fuente de nuevos antibióticos y antitumorales: las bacterias del agua de lluvia

Un equipo multidisciplinar de científicos españoles descubren la presencia de microorganismos en las precipitaciones atmosféricas, con un fuerte potencial farmacológico, especialmente los pertenecientes a las especies del género «Streptomyces»

Madrid Actualizado: Guardar
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Un grupo multidisciplinar de investigadores de la Universidad de Oviedo, en colaboración con especialistas del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), del Hospital de Cabueñes y del Centro de Experimentación Pesquera del Principado de Asturias junto a científicos de la Universidad de Tübingen (Alemania) han descubierto la presencia de bacterias (actinobacterias) con un fuerte potencial farmacológico, en el agua de lluvia. Especialmente de las especies del género «Streptomyces».

Como ha explicado la investigadora Gloria Blanco, la mayoría de los antitumorales y antibióticos provienen de la naturaleza. De ahí la relevancia de «esta nueva fuente de aislamiento de bacterias» ante el creciente número de patógenos resistentes a los fármacos de uso clínico.Blanco ha explicado que comenzaron a trabajar en el aislamiento de bacterias del género «Streptomyces» en 2007 a través de líquenes terrestres, para pasar tres años más tarde a hallarlas en ecosistemas de algas en las playas de Gijón o en medios marinos más profundos como el Cañón de Avilés, a profundidades abisales de 4.700 metros.

Posteriormente comenzaron a aislar las primeras actinobacterias en las lluvias, el granizo y la nieve.

«Después de ser descubiertas durante el siglo pasado se ha hallado en suelos y luego asociadas a plantas o seres vivos y a otros seres vivos como plantas y animales, y ahora las estamos encontrando en la atmósfera» , ha recordado esta investigadora quien sostiene que hay un cierto renacimiento académico en esta materia.

La presencia de las actinobacterias en la lluvia tiene un valor ecológico añadido, ya «todo apunta a que la mayoría de estas bacterias proceden del océano» En esta línea, este equipo multidisciplinar ha propuesto un «ciclo ecológico», un modelo de diseminación de este tipo de bacterias por tierra, mar y aire, siguiendo el ciclo hidrológico del planeta.

Aerosoles marinos

Para este grupo de científicos el punto clave en su hipótesis estaría en la generación de los aerosoles marinos que forman las nubes y que, en este proceso, se llevan consigo bacterias que con las precipitaciones serán posteriormente diseminadas por continentes y océanos de la Tierra. En este sentido, Blanco ha apuntado que de alguna forma las bacterías están presentes, y que «por el ciclo que proponemos, esas microgotas de lluvia serían un auténtico microcosmos».Estos trabajos han sido recientemente publicados en la revista «Microbial Ecology».

Con no pocas dificultades para financiar el proyecto, los autores de esta investigación han explicado que esperan tener apoyo económico para analizar todas las cepas aisladas almacenadas- Gloria Blanco ha estimado que podrían ser unas 1.000- especialmente las recogidas en el Cañón de Avilés a través de las expediciones del «proyecto DOSMARES» del ecólogo marino José Luis Acuña. La investigadora ha considerado estas como «de un gran interés, porque ya hemos encontrado compuestos novedosos». En esta línea, ha destacado la colaboración con la Fundación Medina que ya tendrían en sus manos «candidatos a futuros antibióticos», y ha concluido que harán igual con las cepas provenientes del mar y de la atmósfera.

Sobre el futuro, ha recordado Blanco que aunque el objetivo principal de sus compañeros y el suyo propio es «el descubrimiento de nuevos compuestos, en el camino estamos descubriendo además aspectos de gran interés ecológico sobre la distribución de las actinobacterias en la naturaleza». Algunos, ha asegurado, ya conocen para qué tipos de cáncer podrían servir y ha concluido que en «la fase final su meta es transmitir este conocimiento a las empresas farmacéuticas y ponerlo aquí en forma de patente o publicarlos».

La investigadora ha concluido destacando el trabajo de equipo de la veintena larga de científicos, alguno «sin beca ni contrato», que han contribuido a este proyecto, enmarcado en las líneas de investigación del Observatorio Marino de Asturias (OMA) y vinculado al Campus de Excelencia Internacional de la Universidad de Oviedo.

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