Sondra Radvanonsky y Gregory Kunde, durante la primera función
Sondra Radvanonsky y Gregory Kunde, durante la primera función - a. bofill
ópera

«Norma» para todos los gustos

El Gran Teatro del Liceo acoge el clásico de Bellini con un doble reparto encabezado por Sondra Radvanonsky y Tamara Wilson, respectivamente

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La propuesta del aquí debutante director de escena Kevin Newbury ambienta la obra maestra de Bellini en una suerte de realismo místico como de película o de parque de atracciones, con un vestuario atractivo y hasta con fuego en escena, soluciones fáciles que le encantan al público, con una dirección de actores sin mayores riegos.

Llamó la atención el enfoque de la dirección musical del coro impuesta por Peter Burian, creativa y siempre contrastada, ante unas fuerzas liceístas bien amalgamadas, pero por momentos sin energía guerrera; a ratos al grupo coral le faltó saber qué hacer, mientras que en algunas escenas tenían muy claros sus movimientos y expresiones. La Simfònica del Gran Teatre siguió con precisión a la inspirada batuta de Renato Palumbo, brillante desde la Sinfonía, apostando por cambios de «tempo» y detalles que impulsaban el discurso teatral; el maestro, además, dejó espacio a los solistas de ambos repartos para que aportaran su particular concepto del ornamento.

Dos estadounidenses de voces prodigiosas –ambos del estado de Illinois- lideraron el «cast» del estreno del domingo: Gregory Kunde aportó su generoso talento para dibujar un Pollione heroico y siempre convincente, incluso pasando de puntillas por unos graves nada timbrados: hoy en día es difícil encontrar un mejor intérprete para el papel que el tenor de Kankakee. La soprano de Chicago Sondra Radvanonsky lo da y lo hace todo en el escenario, y más incluso, con un fraseo cuidadísimo, manejando con fluidez el vozarrón del que está dotada, cantándose una Norma potente; su dominio de los pianísimos pusieron la delicadeza necesaria en una línea de canto inteligente y medida, esculpiendo un «Oh! Rimembranza!» -y todo el dúo- antológico.

La mezzosoprano Ekaterina Gubanova, de voz de tintes oscuros, fue una Adalgisa más de armas tomar que virginal, mientras que el sonoro Oroveso de Raymond Aceto impresionaba tanto por su imponente aspecto físico como por su timbre, aunque de una línea vocal lejana al estilo. Francisco Vas fue un Flavio impecable y Ana Puche una Clotilde más bien tímida, completando un reparto que trabajó en equipo y bien conjuntado.

Hubo también una gran compenetración en el igualmente espectacular –y muy joven- reparto alternativo que lideraba otra estadounidense, la soprano Tamara Wilson (ganadora del Viñas 2011), quien debutaba el terrible papel de Norma, resultando triunfadora gracias a un talento enorme, intacto, atreviéndose sin miedo, aplicando un fraseo teatral y actuando con convicción: salir airosa de este reto no está al alcance de todas, y la soprano de Houston lo consiguió con honores.

Buena réplica le ofreció la italiana Annalisa Stroppa después de su recordada Rosina del comienzo de temporada, con una Adalgisa deliciosa tanto en el gesto como en el fraseo, dando siempre realismo a su actuación escénica. Simón Orfila volvió a demostrar que es un valor seguro, ahora aportando un fraseo de experto en un Oroveso de exportación. Por último, el tenor Andrea Carè, de voz hermosa, de envidiable esmalte y con punta, convenció a la larga a pesar de sus inseguridades y de los cortes a los que se obligó; estando en plenitud -por edad-, es una pena que se cuide en la subida a los agudos.

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