La ilusión contra el silencio del TC

En una mañana primaveral, sobre la arena de una coqueta placita de toros a la ribera del Jalón, un chaval nacido en Tarrasa y afincado en las Tierras del Ebro obró el milagro de manejar con algo más que soltura capote y muleta. La ilusión de un joven catalán por ser torero significa que la cadena de la Tauromaquia catalana no se rompe, que todavía hay chicos, casi niños, que sueñan con la gloria, que luchan por hacer el paseíllo en la Monumental ahora cerrada por voluntad política.

En la mañana del pasado domingo, Antonio Cuadra se vistió de corto para participar en la semifinal del I Bolsín de la Escuela Taurina de Zaragoza, que tuvo lugar en la localidad de Ricla, y frente a las encastadas becerras de la divisa de Vistahermosa se erigió en triunfador de la matinal y se ha ganado un puesto para la final que tendrá lugar el próximo domingo en la zaragozana plaza de la Misericordia.

Y así, mientras Antonio vela armas ante el compromiso que supone para un novel torear en un coso de primera categoría, seguro que no entiende cómo el Parlament ha vuelto a dar otra vuelta de tuerca contra la Fiesta cuando CiU y ERC se opusieron a dar vía libre a las tientas en las ganaderías catalanas, precisamente en las que Antonio vive su contacto con el toro de lidia. El revés supone que las vacadas que pastan en tierras tarraconenses del Delta se vean con las manos atadas para trabajar en su propia casa cuando, irónicamente, pueden seguir surtiendo de reses a los correbous protegidos por el nacionalismo. ¡Cosas veredes! Tanto como el silencio que mantiene el Tribunal Constitucional sobre el recurso que pesa sobre la prohibición de las corridas de toros de julio de 2010. En el TC, que acaba de tumbar unánimemente por fraudulenta la consulta soberanista del pasado 9 de noviembre, parece que los toros se han convertido en un muro inexpugnable. Para cinco años ya sin sentencia sobre el recurso. Cinco años ya de ilusiones rotas.