tribuna abierta

Barcelona es capital

Es capital que Barcelona también sea Corte, que Cataluña vuelva a ser cabeza de España, como lo fue de toda una gruesa porción oriental

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La unión española surge de la unión de dos coronas, Castilla y Aragón, pero se estableció una sola capital. El decadente cuerpo de Aragón tenía por cabeza a Cataluña, y ésta pasó, con la unión, a ser un brazo anémico del organismo español, cuya cabeza residió en Castilla. Es duro pasar de ser actor principal a actor secundario, de ser ingeniero a aparejador.

Hoy la capital reside en la ciudad más anómala de España, en la que la sentimentalidad localista es desconocida. Lo que pudiera ser una virtud se convierte en una limitación para comprender las Españas. El nacionalismo es vituperado por muchos madrileños, sin comprender el ansia de justicia (errada o no) que hay tras él. El poder central es demonizado por muchos catalanes, sin atender que sirve a todos los españoles sin discriminación.

El hombre tiende a pensar que lo lejano es ajeno y lo próximo, propio. Lo que podemos asir en el radio de acción de nuestra mano nos otorga confianza y lo hacemos nuestro. Lo distante, lo desconocido, tiende a inquietarnos. El nacionalismo percibe que el Estado del que se forma parte no es el propio. Por eso solo arraiga en territorios periféricos (Bretaña, Córcega, Padania, Escocia, Flandes, Galicia, Canarias…), nunca en las capitales.

La capitalidad abona la creación de una red de contactos entre las élites nacionales y las locales, las que se sienten influyentes. Las autoridades estatales conocen de primera mano los problemas de su entorno cercano y pueden atajarlos fácilmente cuando son chicos y no cuando, desatendidos y distantes, se hacen crecidos. Los gobernantes conocen y replican los infundios localistas lanzados en sus proximidades, lo que dificulta el descrédito del Estado.

La confusión entre Castilla y poder político debe ser esclarecida. Mientras la dirección española tenga un barniz o un establecimiento castellano será considerada, a poco que resulte insatisfactoria, como altiva e incompetente. Por eso es capital que Barcelona también sea Corte, que Cataluña vuelva a ser cabeza de España, como lo fue de toda una gruesa porción oriental. El beneficio no será material -como no lo obtuvo Castilla-, sino simbólico y político, para Cataluña y para España entera.

Un Senado y cinco ministerios en Barcelona ayudarían a solucionar el problema.

Ángel Puertas es jurista.

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