Cádiz CF-Osasuna

Cádiz CF-Osasuna: la implacable ley de Primera División

Un error propio y una acción aislada le recuerdan al equipo amarillo el principal mandamiento de la élite del fútbol

José María Aguilera

El Cádiz CF hace memoria, que 15 años son muchos, y recuerda la ley de Primera. El mandamiento que engloba a todos y reduce el atareado fútbol a la sencillez. Como en un anuncio televisivo: los errores se pagan. El fallo te condena, el despiste es implacable. Porque aunque existan abismales distancias entre las categorías (velocidad, técnica, física), esa es la que marca la diferencia. Ya no vale sólo con el eslogan de la lucha no se negocia, porque eso, como el valor en el combate, ya se le presupone a un recién ascendido. Ahora hay que dar mucho más.

El conjunto gaditano regresa a la élite de triste manera a la par que esperada. Con una derrota . Es la prolongación de la recta final del pasado curso en Segunda, con tres derrotas consecutivas. No ha cambiado nada. Sólo Negredo, y los rivales. Con eso no es suficiente y lo saben desde el presidente al utillero, no se descubre nada. Por las circunstancias especiales, por esta maldita pandemia que le ha robado el fútbol a sus verdaderos dueños, el Cádiz CF está en pañales en una vuelta al cole donde los compis son talluditos y vienen resabiados.

Sensaciones amargas pero no del todo reales. Porque esto acaba de comenzar y el sendero es larguísimo. Librando de contexto al choque, un Osasuna muy mermado por las lesiones ganaba con lo mínimo al aprovechar el error ajeno y una acción aislada propia de mérito. Adrián (exinternacional) y Rubén García daban las dentelladas a un rival timorato al principio que fue creciendo en ilusión y acabó descubriendo la realidad. Nada nuevo.

Un triste estreno por las circunstancias

Sin ambiente y sin gente. Sin aficionados. Sin el entrenador, el héroe del ascenso. El mejor día de la peor manera en un estreno tragicómico que refleja la dicotomía de esta existencia . Pandemia, segunda ola, pero 'show must go on'. Dos horas para desconectar, para vivir, sufrir y disfrutar, son la mejor terapia en tiempos oscuros. Y así saltaba un Cádiz CF que 14 años después volvía a ser de oro para brillar en la antigua liga de las estrellas.

El míster, muy condicionado más allá de la enfermedad, presentaba el único once posible a falta de su rutilante faro Álex y ante la ausencia flagrante de fichajes. Negredo y 'sanseacabó'. Luego los ya conocidos, con David Gil en puerta, la novedad de Pombo en la zurda por la sanción de Perea, el canterano Sergio junto a José Mari y Bodiger de enlace con el ariete. En Segunda funcionó. En Segunda, y en la era preCovid.

José Mari cumplía con el primer mandamiento de los clásicos, el disparo a la chapa nada más arrancar para amedrentar al adversario. Pero rápidamente el Osasuna le resumía las tablas de la ley con el principal axioma de Primera: el error se paga con el castigo . Sergio perdía un balón en la medular y Oier cortaba y servía en milésimas de segundo un pase milimetrado a Adrián, que burlaba la salida de Gil con una picadita propia de pachanga. Gol al primer pestañeo.

De ese zarandeo iba a ser difícil recomponerse. Los jugadores apelaban a la lucha no se negocia (lo que se negocia, y se paga, es la calidad y en el mercado). Buscaban a Salvi para penetrar por la diestra, y así se fraguaba la ocasión más clara en media hora, con el remate desviado de un entonado Pombo. Al margen de la oportunidad, un islote, la escena dibujaba enormes diferencias técnicas y físicas, como si pertenecieran a categorías diferentes. El cambio de velocidad evidente exasperaba a los locales, que sin el empuje de su hinchada siempre será menos Cádiz CF.

Aún remarcando esa superioridad sobre el terreno, cierto y verdad que no se plasmaba en ocasiones mientras que los amarillos alguna vez se acercaban con cierto peligro. Sin fútbol pero con sus famosas agallas. Bodiger invisible, Negredo en solitario, Sergio todo pundonor pero... poco más se podía exigir a un plantel limitadísimo que no le da con lo que tiene no para permanecer, sino para competir .

Cádiz CF-Osasuna: segunda parte

Cervera movía el banquillo. Retiraba a Bodiger (horrible, perdido) e insertaba a Malbasic para apostar por un fútbol más directo, con protagonismo inicial del serbio. Agitaba la coctelera el míster pero nada cambiaba. Se jugaba a lo que quería Osasuna pero el marcador exiguo no invitaba a confiarse.

Los minutos discurrían en una lenta cadencia, embarrándose con lesiones y golpes. El cansancio podía igualar las fuerzas, muy desiguales. Los amarillos ganaban terreno pasito a pasito, metro a metro, de incógnito. Y Perera, bajo órdenes de Cervera, se la jugaba con un doble cambio que el resultado demarcaría como valiente o suicida. Salían de la cancha José Mari y Marcos Mauro para el inmediato ingreso de Álex Fernández y Johnsson , con Sergio retrasado al eje de la zaga.

Por empuje los locales merecían el empate. Ya habían tomado territorio rojillo aunque mermados por la carencia de técnica. Mudaban el ineficaz juego directo por otro más combinativo, y rozaban el gol con un disparo desde el pico del área de Pombo que obligaba a estirarse al meta Herrera. La entrada de Malbasic había oxigenado a Negredo y el cuadro pamplonés se diluía en cada tramo del choque.

Alejo suplía a Salvi y Lozano al ex del Sevilla. Quemaban las últimas naves. El Cádiz CF se comportaba como ese púgil, el sparring, al que han dejado con vida . Y entonces de nuevo Osasuna le recordaba el hecho diferencial de la noche del reestreno: esto es Primera División. Con muy poco, lo mínimo, en una jugada mezcla de potencia y picardía, Rubén García aprovechaba la prolongación de Torró para desplazar con el pompis a Iza y rematar de manera acrobática a las mallas. Y ahí se acabó la historia.

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