CRIMEN EN UBRIQUE

«Tomé el cuchillo para amedrentar a mi hija pero no quise hacerles daño»

UBRIQUE. UBRIQUE. Actualizado: Guardar
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Impotencia, rabia contenida e indignación. Estos ingredientes se respiraban ayer a la puerta de los Juzgados de Ubrique donde más de 300 vecinos, muchos de ellos jóvenes, increpaban al padre que presuntamente acabó en la madrugada del lunes con la vida de sus dos hijos, de 16 y 20 años, en el domicilio de la calle San Sebastián número 70A. En el interior, Juan M. defendía que «no tenía la intención de hacerles daño», tal y como dio a conocer su abogado Francisco Barreno, a los medios, tras la toma de declaración por parte de la jueza. Este letrado se ha hecho cargo de su defensa a través del turno de oficio.

Casi dos horas en la que la magistrada vio indicios suficientes para enviarlo a prisión sin fianza, por lo que pocos minutos después ya se encontraba en la cárcel de El Puerto II, en El Puerto de Santa María. El fiscal pide que se le acuse de doble asesinato y la fase de instrucción sigue adelante para tratar de recopilar pruebas suficientes. El ritmo de la Justicia, sin embargo, no era suficiente para calmar a unos vecinos que pedían que «nos entreguen al asesino» y clamaban porque «se haga justicia con las víctimas». Aunque el proceso se encuentra en fase de instrucción y, por tanto, la jueza no formula ningún tipo de acusación, ha trascendido como anécdota que en la carpeta donde se guarda ya el expediente del presunto asesino rezaba la palabra «Homicidio».

Barreno destacaba que el arrestado había reconocido ante la jueza que su intención no era la de acabar con la vida de sus hijos y que incluso no era consciente de lo que había sucedido, por lo que «no reconoce los hechos en lo que a asesinato se refiere», a pesar de que no negaba cosas evidentes en su explicación. En el relato de lo sucedido que hizo el acusado destacó que se presentó en la habitación donde dormía su hija con un cuchillo en la mano para «amedrentarla pero sin intención de hacerle daño», cosa que asegura que «nunca haría», achacando a un desenlace «fortuito» lo sucedido. Además, añade que su hijo, que se encontraba acostado, salió alertado por los gritos pero que él no se encontraba en la discusión.

El abogado asegura que Juan M. ha asegurado que no tenía la intención de huir sino que «buscaba irse a una parcela de su propiedad para quitarse allí la vida ahorcándose». Afirma que falló en su plan porque «se encontraba debilitado, por la herida que sufría y la sangre que iba perdiendo, por lo que cayó prácticamente desfallecido y sin fuerzas suficientes para llevar a cabo su fin». La investigación destaca que tras lo sucedido el hombre salió corriendo por un callejón que está junto al bloque de pisos donde sucedieron los hechos y que se fugó por el camino cercano al río y en dirección a Los Olivares, donde fue detenido casi unas diez horas después. El abogado asegura que desde la zona donde se refugió, una finca privada, incluso vio pasar a los guardias a lo lejos y que quería llamarlos pero «no tenía fuerzas suficiente para hacerlo», al tiempo que destaca que en la huida iba perdiendo sangre y fuerzas, por lo que tuvo que hacer varias paradas para recuperarse.

Con respecto a la relación con sus hijos, el acusado destacó ante la jueza, siempre según la versión dada por su abogado defensor, que no tenía ningún problema con su hijo aunque la relación se comenzaba a deteriorar y que «su hija sí que lo tenía amargado». El hombre ha defendido que no aceptaba su nueva relación sentimental y que por eso había decidido no seguir pasando la pensión alimenticia que les entregaba de forma voluntaria, sin que estuviera recogido en una resolución judicial. De hecho, ha destacado que llegaron a vivir todos juntos en la vivienda familiar pero que esta mala relación hizo que «se fuera a una vivienda de alquiler con su actual pareja».

El malestar entre los vecinos crecía mientras tenía lugar esta declaración, y eso que no conocían cómo se estaban relatando los hechos, cosa que horas después hizo que todavía creciera mucho más. Carreras de una puerta a otra del Juzgado, empujones para saltarse el cordón policial y gritos clamando Justicia eran la tónica general en pleno centro de la ciudad. No hubo intento de linchamiento porque la Guardia Civil protegió al detenido e incluso evitó que nadie se acercara al coche que lo trasladaba, hasta el punto de que se pusieron en marcha maniobras de despiste para facilitar el acceso y la salida del vehículo por el garaje. «Dejárnoslo a nosotros unos minutos que os lo devolveremos», gritaban unos, mientras otros pedían «que me dejen ver cara a cara a ese cabrón asesino».

Las declaraciones del abogado crearon un malestar entre numerosos ubriqueños que no dudaron en expresarlo a través de las redes sociales. Esto llevó al letrado a recordar en algunos programas de televisión que «no expreso mi opinión, transmito lo que ha dicho mi representado ante la jueza». Recordando que «no defiendo a esta persona por mi voluntad, formo parte de un turno de oficio y estaba de guardia en el momento en el que sucedieron los hechos», destacando que «yo estoy aquí por obligación y eso lo debe entender la ciudadanía porque se está crispando mucho la cosa y no deben de cargar contra mí».

Dolor y llantos

Ya por la tarde, el Cementerio Municipal acogió la llegada de los féretros que venían desde el Anatómico Forense de Cádiz tras practicarle la autopsia, ante la presencia de numerosos vecinos de la localidad que hicieron que la instalación se quedara pequeña. Los llantos y los abrazos fueron los protagonistas de tan duro trance, especialmente los de cientos de compañeros y amigos tanto de Laura como de Juan Pablo, los dos hermanos asesinados. Los jóvenes presentes en el sepelio no lograban entender que sus amigos hubieran perdido la vida cuando apenas comenzaban a usarla y «mucho menos de una forma tan dura y trágica y a manos de su padre», destacaba uno de ellos.

La localidad además rindió otro homenaje en la plaza del Ayuntamiento, donde a las doce de la mañana se concentraron miles de vecinos para clamar Justicia, mostrar su malestar por lo sucedido y el apoyo a la familia. El alcalde, Manuel Toro, leyó incluso un manifiesto en contra de lo sucedido y expresando el dolor de un pueblo que no encuentra un refugio para superar una situación tan tremenda como la que está viviendo. Los institutos no pudieron recuperar ayer la normalidad tampoco aunque hoy volverán a luchar por hacerlo pese a lo sucedido.

Dos jóvenes que sufrieron un gran mazazo en la vida cuando hace sólo siete meses tuvieron que despedir a su madre, que falleció como consecuencia de un cáncer. Este desgracia es, para los vecinos de Ubrique, el gran detonante de los problemas que han podido terminar con la muerte de Juan Pablo y Laura Márquez Fabero, presuntamente a manos de su padre. Y es que en la localidad es 'vox pópuli' que el padre era «un lobo con la piel de cordero», destacan los vecinos, y que «el hombre seco, serio y modoso daba muy mala vida tanto a su mujer como a sus hijos».

En el pueblo todos tienen claro que la fallecida, conocedora de la situación de su familia, quiso dejar como herederos de sus bienes, la casa familiar y una casa de campo, a sus dos hijos por lo que su padre no podía disponer de ellos aunque sí que ha hecho uso de las viviendas en los últimos meses. Su nueva relación con una mujer marroquí habría sido el detonante, según llega incluso a reconocer el acusado ante la jueza, para que la mala relación que tenía con su hija Laura se hiciera mucho peor. La joven, según los vecinos, quería que su padre se hiciera cargo de ellos aunque «incluso dejó de estudiar en Sevilla para volver a Ubrique y ponerse a trabajar, para sobrevivir tanto ella como su hermano», destacan fuentes cercanas a la familia, que aseguran que «incluso necesitaron de ayuda porque su padre no se hacía cargo de ellos».

Los hijos no lograban entender cómo su padre había rehecho su vida en tan corto espacio de tiempo, aseguran en la localidad, y se mostraban reacios a que incluso llegara a meter a su nueva pareja en el domicilio familiar. Por lo que después de vivir allí todos juntos, como reconocía su abogado defensor que habían llegado a hacer, con la vuelta de Laura a Ubrique esta situación cambió y el padre tuvo que irse de alquiler con su nueva pareja. El malestar que en él se generó lo llevó a dejar de pasar dinero a sus hijos para la manutención, razón que siguió empeorando la relación entre unos y otros.

Los vecinos tratan de explicarse de esta forma el deterioro familiar que se ha producido para llegar a un desenlace tan trágico, aunque destacan claramente que «nada justifica un crimen tan horrible y que una persona haya llegado a hacerle a sus propios hijos en plena flor de la vida».