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Realidad o fricción

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El verano llegó y se fue sin hacer ruido, calladamente, como suele, y sólo una impertinencia del viento de levante nos dejó aturdidos, sin el acceso libre a las blancas arenas de nuestras costas. Es agosto el momento elegido para leer, cómodamente ajustado en silla de playa, al albur de la sombrilla. Nos evadimos de lo que dejamos atrás sin pensar en lo que nos espera más allá del camino de las vacaciones. He podido disfrutar de numerosas y buenas lecturas como por ejemplo 'La fuerza y el viento', de Óscar Lobato, que disecciona artesanalmente eso que la Unión Europea ha denunciado a resultas de su publicación (o no): el contrabando y la piratería en aguas del estrecho de Gibraltar. Real como la vida misma. Montero Glez -que aún me debe una convidá en la Venta de Vargas- ofrece una recopilación de ágiles artículos, titulada «El gol más lindo del mundo y otras piezas futboleras». Se le ha escapado por un suspiro el ansia vampírica del blaugrana Luis Suárez; sería una historia tan formidable como la que cuenta de Mágico González. También leí el relato de Rafael Marín titulado «La canica en la palmera», donde la pequeña Chloe descubre la explosión de minas de la Armada que arrasó Cádiz ayer en 1947. Encontré, asimismo, un ensayo de Paul Auster, 'El cuaderno rojo', sobre las más increíbles casualidades, al poco de reencontrarme con la amiga que inspiró mi relato -based in true events- de 'La galleta María'.

Ahora estoy enfrascado en 'Los Inmortales', la nueva novela de Juan G. Mesa, uno de los escritores más contestatarios, iconoclastas e inconformistas que asolan estas tierras. Su obra transcurre en un presente apocalíptico, mermado por la pandemia, donde un grupo de mujeres intenta subsistir. Una de sus primeras escenas muestra la violación de una joven embarazada por el mismo hombre que acababa de salvarla de unos perros salvajes. La agresión no se produjo en una feria malagueña, ni fue grabada en vídeo con un teléfono móvil, pero hizo que Alba, la protagonista, aprendiera una importante lección: debía lamerse las heridas y seguir adelante por el bien de su hijo por nacer.

No consigo, con todas estas lecturas, huir de la realidad, ésa rémora que me ha perseguido en los quince días que me ausenté del mañana. Da la impresión de que los libros acudieron a mí por un extraño azar y eso llega a obsesionarme. Compré a McCarthy y Palahniuk, Quiñones y Ory, pero, antes, escarbé en el resumen de su espalda si alguno trovaba de líderes políticos que apoyaban a delincuentes, para no adquirirlo. Que una cosa es la realidad y otra distinta la fricción.

@montieldearnaiz