Una fotografía del primer ministro turco en Estambul. :: M. S. / REUTERS
MUNDO

El sultán de Estambul

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Muchos turcos se preguntan qué queda de aquel joven Erdogan, el que comenzó a ganarse la vida vendiendo refrescos en la calle mientras jugaba al fútbol en la cantera de un equipo local. El adolescente de orígenes humildes que se formó en Administración y Economía, que coqueteaba en la política en grupos estudiantiles anticomunistas. El mismo que hizo sus pinitos en el teatro como intérprete amateur o el que, años más tarde, fue encarcelado por recitar en público un poema nacionalista. La élite secular que dominaba el país halló en su arrojo indicios de un crimen reaccionario.

Esos mismos turcos creen que el primer ministro es el principal culpable de la fuerte polarización que reina en Turquía, el máximo ideólogo de un fascismo encubierto que, bajo la máscara de la democracia, sólo busca perpetuarse, víctima de los sueños megalómanos del que fuera apreciado como un gestor responsable y eficaz cuando alcanzó la alcaldía de Estambul con 40 años. Entonces no imaginaba que un día llegaría a tener la potestad suficiente para bloquear Twitter y Facebook, los «escondrijos» de una juventud a la que tacha de «atea y terrorista». Poco queda ya del reformista moderado.

Las fascinación que el neoislamista genera en la población turca puede resultar inexplicable para los europeos. Su popularidad se mantiene intacta. Ha sobrevivido a las protestas antigubernamentales que denunciaban la deriva autoritaria del Ejecutivo, proclive a los métodos represivos y la reeducación de la moral pública; a los escándalos de corrupción que apuntaban directamente al imperio empresarial de sus hijos. Incluso a una extraña dolencia estomacal que le apartó un tiempo de la vida pública en 2011.

Ni siquiera la influencia del clérigo suní Fetullah Güllen y su movimiento Hizmet, al que acusó de organizar «un Estado paralelo con propósitos golpistas», o el peso de la opinión pública enraizada en el centro-izquierda, apadrinada en algunos casos por las voces discordantes del AKP, han logrado dañar su imagen de hombre todopoderoso.