Editorial

Ese caudal de riqueza que se nos escapa

La emigración de gaditanos bien formados es una pérdida incalculable para la provincia de la que no se sabe cuándo podrá recuperarse

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Cuando la ministra de Empleo le dio una reinterpretación en clave positiva al fenómeno de la emigración de españoles hacia otros países que les ofrecen más oportunidades de prosperar, se dejó en el cajón el impacto que puede tener en las economías locales la pérdida de mano de obra joven, con la suficiente iniciativa para buscar nuevos mundos y que en muchos casos está bien formada. Porque en Cádiz, como ocurre en el resto de España, los que están saliendo del país en busca de perspectivas son en gran parte licenciados, expertos profesionales, trabajadores en los que España, Andalucía ha invertido recursos para que tengan una buena formación y de la que ahora se aprovechan otros estados, receptores de esos trabajadores ansiosos por prosperar.

El fenómeno de la emigración de ahora nada tiene que ver con el que sacudió a esa España preferentemente rural, atrasada y que veía cómo su mano de obra sin cualificar hacía el petate para cruzar las fronteras españolas en busca de un porvenir. Por aquel entonces, la elite que lograba llegar a la universidad y formarse en trabajos cualificados no tenía necesidad de salir del país. La urgencia social venía de esa gran masa social que estaba atrapada en el analfabetismo.

Los testimonios de los gaditanos emigrantes que han querido compartir su experiencia con este medio coinciden en su mayoría en hacer un análisis pesimista de la realidad que ven cada vez que llegan, de visita, a esta provincia gaditana. Todos observan que esta zona, su zona, da pasos hacia atrás sin que nadie lo remedie. Notan que sus amigos, aquellos que han decidido no salir, no consiguen prosperar. Y lo que es más duro para la sociedad que les vio nacer, casi ninguno tiene entre sus planes a medio o largo plazo regresar para seguir con su carrera profesional en Cádiz. Algunos de los entrevistados llegan a considerar esa posibilidad, la de regresar, como una auténtica locura.

Esta emigración de mano de obra cualificada es una pérdida incalculable para el tejido social gaditano necesitado de talento y oportunidades; y lo que es más preocupante, sin verse aún la luz al final del túnel, se desconoce cuándo podrá algún día taponar ese caudal que se derrocha.