Apuntes

Regreso al puente Carranza

Los trabajadores de Navantia volvieron ayer a cortar el tráfico en una de las dos vías de acceso a la ciudad de Cádiz para confirmar su insistencia en el error

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Habían pasado tres meses desde la última vez. Fue aquel convulso episodio de los ocho detenidos, de los destrozos, de los dos días con un cierre total o parcial de la vía, de la movilización de familiares y amigos contra la prisión preventiva de los encarcelados. Las escenas de los vándalos derribando farolas y señales de tráfico trasladaron a los ciudadanos 30 años atrás, cuando esas imágenes eran constantes, más violentas. De hecho, poco ha cambiado el conflicto en ese tiempo salvo que las plantillas de las factorías y las empresas auxiliares son mucho menores. Pero siguen sin llegar los encargos de forma regular a unos astilleros, ahora agrupados genéricamente como Navantia. El volumen de trabajo sigue sin ser suficiente, ni constante, para mantener una industria antaño potente y orgullosa, capaz de crear y repartir riqueza en toda la comarca. Esos tiempos se acabaron hace mucho pero los últimos supervivientes se aferran a su derecho al trabajo. Quizás, su mayor argumento es que no hay alternativa porque mientras su puesto de se hunde en el mar de la competitividad internacional, nadie ha sido capaz de encontrar alternativas de empleo en las últimas dos décadas. El sector naval se ha caído a la vez que todos los demás y la comarca, la provincia, sufre unos indecentes índices de paro. Pero esa razón no justifica el error en los métodos de protesta. Los trabajadores de Navantia, siquiera de forma casi pasiva, con el reparto de folletos, volvieron a cortar ayer el puente Carranza, tres meses después de la última vez. Con ese gesto confirman que la tensión vuelve a las factorías, que el efecto de los pequeños encargos de gaseros o de las detenciones se ha diluido. Y volvemos a estar en el mismo sitio. En la misma equivocación.