Apuntes

El legado maltratado

La obra de Fernando Quiñones aún no ha encontrado su merecido eco en la tierra que vio nacer su obra y cada aniversario es una oportunidad perdida

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Cuando se conmemora el aniversario de la muerte o el nacimiento de un escritor aparece una oportunidad maravillosa para celebrar su obra, para darla a conocer y para permitir que llegue a las nuevas generaciones que, por cuestiones temporales, tienen menos oportunidades de descubrirla de forma natural. Con Fernando Quiñones, esta ocasión adquiere otra dimensión. Su obra debe enfrentarse, cada año, al tópico del autor costumbrista, pretendidamente gracioso y ocurrente que resume sin quererlo los tópicos que aplastan la tierra que le vio nacer. A Quiñones le aterraba, en vida, pasar como un ameno y divertido autor más, como un ocurrente repentista que fuera fruto de su tiempo y víctima del paso de los almanaques. Finalmente dejó un obra jalonada de talento, con novelas reseñables que nunca caducarán y una colección de relatos o poemas muy por encima de la media. Hablamos de uno de los tres mayores literatos nacidos en la provincia de Cádiz en el siglo XX y reducir su trabajo a una mera anécdota ligada a premios o circunstancias es reducir su capacidad a una dimensión menor que nunca mereció. Puede que las instituciones públicas hayan fallado en la tarea insustituible de velar por su legado, de mantener su trabajo vigente y dispuesto ante la llegada de nuevos lectores pero es responsabilidad de estos redescubrir la talla de un creador de gran magnitud. Más allá del anecdotario caletero, de los complementos periodísticos y de los paseos ciudadanos, Quiñones es un autor mayúsculo que merece una constante revisión. La fecha de su aniversario, sea el programa que lo celebra mayor o menor según lo prosaico del momento, es la mejor ocasión posible para reivindicarlo, gritarlo y, sobre todo, ejercerlo.