Economia

Un canadiense en el trono de la City

Mark Carney se estrena al frente del Banco de Inglaterra ligando por primera vez los tipos a la marcha del desempleo

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Mark Carney ha abierto un nuevo capítulo en los 320 años de la historia del Banco de Inglaterra. El primer extranjero al mando de la institución llega a la City de Londres con innovadoras herramientas para sostener la tímida recuperación económica y asegurar la estabilidad tanto del sistema como de las entidades financieras. Las expectativas puestas en el economista canadiense, de 47 años y casado con una británica, son inmensas. Y en un país propenso a tumbar a los héroes de la noche a la mañana, el recién estrenado gobernador no puede dar un paso en falso.

«El banquero más excepcional de su generación», presume el ministro del Tesoro, George Osborne, desde que anunció su nombramiento en marzo. «Simplemente el mejor», insistió ante los incrédulos de que entre la cantera británica no encontrara un candidato idóneo. Desde entonces, Carney va ganando adeptos y consolidando su fama de excelente comunicador, con un estilo transparente y directo, junto a una probada maestría profesional.

Esta semana desveló su estrategia en la política monetaria del banco central que tendrá en cuenta, por primera vez, la evolución del desempleo: mantendrá el dinero barato, a un tipo de interés del 0,5%, mientras la tasa de paro no baje del 7%. Y dio a conocer su «guía de futuro» o «compromisos condicionales», una receta que le aportó buenos réditos en su anterior cargo como gobernador del Banco de Canadá. El estricto control que impuso sobre la banca de su país ayudó a evitar la quiebra sufrida en Occidente.

Carney nació en Fort Smith, una pequeña localidad de los Territorios del Noroeste, y con seis años se mudó con su familia a Edmonton, en la provincia de Alberta. Sus padres eran profesores y creció rodeado de libros. Jugaba al hockey sobre hielo, deporte que retomaría al entrar en la universidad estadounidense de Harvard con una beca de estudios. Se licenció en Económicas en 1988, carrera que remató al otro lado del Atlántico en Oxford con un máster y un doctorado. Centró su tesis final en la 'Ventaja dinámica de la competencia', mientras alternaba la investigación con un puesto de trabajo en Goldman Sachs, que le llevó en un periplo de 13 años a Londres, Tokio, Nueva York y Toronto.

En Oxford conoció a su mujer, Diana Fox, una economista especializada en países en vías de desarrollo. Tienen cuatro hijas de entre seis y 12 años. La extensión de su contrato en el Banco de Inglaterra por cinco años le animó a aceptar el cargo porque «encajaba bien» con la escolarización de su primogénita. Fue una pequeña concesión que extrajo del ministro Osborne, quien le hizo la corte durante más de 24 meses antes de cerrar su fichaje.

Más sorprendente en la era de austeridad es el sueldo del nuevo gobernador: 874.000 libras anuales (1.016.448 euros), que incluye un complemento para vivienda de 250.000 libras (290.746 euros). «Me mudo de una de las ciudades menos caras del mundo, Otawa, a una de las más caras», resaltó ante los diputados de Westminster que cuestionaron la desmesura de su salario.

Hablar claro

A Carney le gusta hablar claro. Parece un experto en relaciones públicas, capaz de impactar y hacerse comprender a la vez por los especialistas en altas finanzas, el ama de casa o el desempleado. De hecho, la prensa británica ve en su perfil elementos de los personajes de 'Mad Men', la popular serie de televisión sobre la vieja industria publicitaria de Nueva York, y también del galán de Hollywood de los años 50.

Elegante y con aspecto de deportista, rara vez le falla la sonrisa en público. Dicen que sabe escuchar y reconocer la labor de equipo. En su comparecencia ante el comité parlamentario, resumió su estilo: «Una visión compartida para la organización, marcando prioridades claras, planteando preguntas críticas para comprometer a los colegas y estimulando el análisis para alcanzar el consenso a la hora de actuar».

Pero también asoman manchas en su impecable perfil. Entre la prensa económica británica cunde la percepción de Cartney como alguien «arrogante, con exceso de confianza y un sentimiento exagerado de su propia personalidad». Es solo una primera impresión por ahora relegada a un segundo plano, pero puede resurgir al menor signo de tambaleo del gobernador.