Choques entre seguidores del depuesto presidente Mohamed Mursi y la policía en el puente 6 de octubre, en el centro de El Cairo. :: ASMAA WAGUIH / REUTERS
MUNDO

Nuevo Gobierno sin islamistas para Egipto

La Cofradía no reconoce el Ejecutivo, presentado horas después de la muerte de otros siete seguidores

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Las marcas de sangre están frescas en la moqueta de la mezquita Fath de la plaza Ramsés de El Cairo, en pleno centro de la capital. En un lateral hay palos apilados contra la pared y en el fondo del templo, en el lado opuesto al mihrab (lugar que marca en las mezquitas la dirección de la oración), algunos hombres duermen tirados ajenos a los centenares de fieles que acuden a la oración del mediodía. Es la imagen de la mañana posterior a una noche de batalla campal en la que siete seguidores de los Hermanos Musulmanes perdieron la vida, más 600 resultaron heridos y las fuerzas de seguridad practicaron 400 detenciones. «No puedo hablar ahora, esto está lleno de mujabarat (agentes de seguridad) de paisano», lamenta el imam Abdul Hafiz, responsable de dirigir las oraciones en el templo, «hablamos por teléfono».

Mientras los nuevos ministros juraban sus cargos ante el presidente interino, Adli Mansur, en una ceremonia retransmitida por la televisión egipcia, en Rabaa al-Adawiya, acampada islamista del este de El Cairo, los médicos de los Hermanos Musulmanes hacen recuento de «una noche trágica, hasta aquí han llegado 330 heridos, entre ellos tres de bala y cuatro niños, y otras 270 personas han ido a centros públicos», informa el doctor Mustafá Abou. Husein Ibrahim, secretario general del Partido Justicia y Libertad (PJL), vinculado a la Hermandad, acusa a «policías, militares y matones a sueldo al estilo de los 'shabiha' que pelean por Bashar el-Asad en Siria» de los ataques contra las concentraciones de los Hermanos Musulmanes. Ahmed Tarek ingresa en mitad de la conversación con el dirigente del PJL con la cabeza abierta «por un palazo» y heridas causadas por perdigones de una escopeta de caza, «no todos éramos islamistas, allí había gente de todo tipo y atacaron en mitad de la oración», apunta este joven de 25 años que trabaja de vigilante en un matadero y que acude a las protestas a favor de Mursi cuando termina su horario laboral.

«Vuelve el estado policial»

No hubo sorpresas en la puesta de largo oficial del nuevo ejecutivo. El primero en jurar el cargo fue el economista Hazem Beblaui, nuevo primer ministro, y le siguió el ministro de Defensa y jefe de las Fuerzas Armadas, Abdel Fatah el-Sisi, quee ocupa además el puesto de primer viceprimer ministro y es el auténtico hombre fuerte del país.

La cartera de Exteriores es para el exembajador en Washington Nabil Fahmy, y Ahmed Galal, investigador del Banco Mundial durante dos décadas, tendrá en sus manos la responsabilidad de reconducir la grave situación económica que vive el país, que contará con 34 ministerios para poner en marcha la hoja de ruta marcada por los militares y plantea elecciones generales para comienzos de 2014. «No me preocupan los nombres, simplemente se trata de un ejecutivo ilegal y no lo aceptamos», repite en Rabaa al-Adawiya Husein Ibrahim, líder de PJL.

Para analistas como el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Americana Hasán Nafaa, se trata de «un Gobierno no tan tecnocrático y de marcado carácter político, donde el auténtico poder en la sombra es Mohamed el-Baradei, que se esconde de la presión en su vicepresidencia. Es un grupo homogéneo, sin presencia islamista, porque buscan la operatividad a corto plazo». Las nuevas instituciones tienen prisa por avanzar y desde presidencia se anunció la puesta en marcha de un «proceso de reconciliación nacional» que la Hermandad tampoco acepta porque «lo único que están haciendo es recuperar el antiguo régimen de Mubarak, vuelven la corrupción y el estado policial», denuncia Mohamed el-Beltagi, número dos del PJL. La batalla de la plaza Ramsés se produjo una semana después de que otros cincuenta seguidores de la Hermandad perdieran la vida a las puertas del cuartel de la Guardia Revolucionaria.

Los grupos leales al golpe, como Tamarrod ('rebelión', nombre del movimiento que promovió la manifestación del 30 de junio contra Mohamed Mursi), cerraron filas en torno a las fuerzas de seguridad y acusaron a la Hermandad de ser «un grupo terrorista» y a sus seguidores, de «intentar imponer la ley del terror fuera de Rabaa al-Adawiya para avanzar hacia el centro», según Ahmed Handi, farmacéutico y miembro del grupo, que defiende que «el nuevo Gobierno es más legítimo que el suyo porque emana directamente del pueblo».

Minutos antes del 'iftar', momento de romper el ayuno durante el mes de ramadán, suena el teléfono. El imam de la mezquita Fatah, de la plaza Ramsés, quiere denunciar que «volvemos al pasado, al estado policial. En mi mezquita no había gente armada y atacaron el templo. Parece que todo vale», lamenta Abdul Hafiz. La Hermandad denuncia que este segundo ataque, como el de la Guardia Republicana, se produjo en pleno momento de oración para sorprender a los fieles. La plaza Ramsés está muy cerca de Tahrir -en manos de los detractores de Mursi- y tras la batalla de la noche del lunes los Hermanos Musulmanes tuvieron que renunciar por la fuerza a sus planes de montar allí una nueva acampada para mostrar su rechazo al golpe.