Cientos de egipcios, seguidores de los Hermanos Musulmanes, rezan en los aledaños de la mezquita de Rabaa Al-Adawiya. :: K. A. / REUTERS
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El búnker de los Hermanos

La acampada de miles de fieles en el este de El Cairo protege a la cúpula islamista de la persecución desatada por el Ejército

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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«Todos estamos, pero no estamos. Mejor no preguntar sobre el tema». Ihab Shiha acaba de dirigir la oración de la tarde en el edificio contiguo a la mezquita de Rabaa Al-Adawiya, zona del este de El Cairo donde los Hermanos Musulmanes mantienen una acampada multitudinaria desde el golpe de Estado contra Mohamed Mursi. Responsable del partido salafista Al-Asaala, próximo a la Hermandad, su nombre aparece en la lista del Ministerio de Interior de islamistas en búsqueda en captura y «aunque no tengo miedo a ser detenido, me quedo dentro de la acampada porque ahora es el único lugar seguro para nosotros, la Policía nunca podrá venir a por nosotros».

Ihab Shiha consulta los mensajes que van llegando a su teléfono sobre la participación en las movilizaciones del 'viernes contra el golpe sangriento', que transcurrieron en calma hasta el cierre de esta edición, y asegura que «pese a que el Ejército ha cerrado los accesos desde algunas provincias a los autobuses de nuestros seguidores, sólo en la capital calculamos que hemos juntado a dos millones de personas».

El paradero de la cúpula islamista es una gran incógnita. La última aparición pública del 'Al Morshed' (guía espiritual), Mohamed Badie, fue hace una semana en el escenario de esta misma acampada, que con el paso de los días sigue creciendo pese a las advertencias del Ejército, que aseguró que no aceptaría este tipo de movilizaciones. La Fiscalía General acusa a Badie de «haber incitado a la violencia causando con ello la muerte de al menos 51 personas», en alusión a la matanza sufrida por los seguidores de la Hermandad a las puertas del cuartel de la Guardia Republicana.

En la misma lista se encuentran también su mano derecha, Mahmoud Ezzat, y varios líderes del Partido de la Justicia y la Libertad (PJL) como Essam el-Erian y Mohamed El-Beltagi. Otros como Jairat El-Shater, importante hombre de negocios y 'número dos' de la Cofradía, o el presidente del PLJ, Mohamed Saad Katatni, no tuvieron la fortuna de refugiarse en este lugar y están en prisión.

Los más buscados

«No tengo miedo, me quedo aquí porque quiero estar en la protesta», asegura un agotado El-Beltagi. Se ha convertido en el hombre de más peso de la Hermandad que, pese a su condición de fugitivo de la ley, sigue dando la cara ante los periodistas cada día. Ante el silencio informativo de los nacionales y el cierre de los canales islamistas, solo la prensa internacional trabaja a este lado de la sociedad egipcia. «No buscamos la guerra civil, mantendremos estas protestas porque no estamos dispuestos a permitir la vuelta del antiguo régimen, es una lucha por un modelo de país democrático y no tutelado por los militares», opina El-Beltagi desde una de las salas del pequeño edificio religioso reconvertido en una especie de búnker islamista, por el que desfilan los hombres más buscados por las nuevas autoridades.

Desde una de las ventanas se ve a la masa humana que rodea el lugar. La mayoría ha montado tiendas de campaña y, pese a los más de 40 grados diarios, permanece en la protesta día y noche «celebrando este ramadán de lucha por nuestros derechos robados», se alegra Osama Yashin, exministro de Juventud de la Hermandad que, de momento, no está en búsqueda y captura pero que, como el resto de altos cargos, ha convertido Rabaa Al-Adawiya en su hogar temporal.

«La calle es el arma más efectiva que tenemos y por eso debemos resistir. Este golpe supone retroceder treinta años en el tiempo», piensa el político islamista mientras recibe abrazos de los seguidores que se acercan a darle ánimos. «No es solo la mezquita, toda la zona está bajo nuestro control, así que contamos con pisos y garajes, hay muchas opciones», susurra uno de los ayudantes del exministro, cuya vida estos días está ligada a la de su jefe. Aquí no hay escoltas armados a la vista y cuesta distinguir a un ex alto cargo político del resto de manifestantes por la absoluta discreción a la hora de vestirse y moverse.

«Terroristas y cobardes»

«Son terroristas y cobardes, por eso se esconden entre sus seguidores. En el fondo todos esos miles de manifestantes no son más que prisioneros de los cabecillas», apunta Garil Altaher, director de programación de la televisión nacional egipcia, en la plaza Tahrir, donde la otra cara de Egipto celebra también una jornada de movilización, pero a favor del golpe.

Miles de personas se acercan al centro de la capital con retratos del general Abdel Fatah El-Sisi en las manos. «Que sigan allí, pero en algún momento la Policía tendrá que entrar a detenerles, como es su obligación», señala Altaher, que acusa a la Hermandad de «pagar a jóvenes para causar problemas de seguridad en Tahrir».