ESPAÑA

URQUIZU

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Resumir el sentir de las víctimas de ETA ante el final del terrorismo es cuanto menos difícil y, sobre todo, complejo. Pero si algo las une es el anhelo de que el futuro se construya sobre tres pilares: verdad, memoria y justicia. El proceso de paz abierto tras el cese decretado por la banda en octubre de 2011 está cargado de interrogantes, como también de preocupaciones. En especial, entre aquellos que sufrieron de cerca su zarpazo. Tres damnificados dejan entrever sus temores, deseos y sobre todo, los pasos que consideran todavía pendientes para evitar que décadas de violencia se cierren en falso.

Sara Buesa Hija de Fernando Buesa

«Hay que estudiar los casos de reinserción de presos individualmente»

Sara Buesa ha sido «siempre una persona optimista por naturaleza». «Sabía que esto se iba a resolver», señala. Pero tras año y medio sin atentados «le preocupa» que «parece que estamos estancados». La hija del exvicelehendakari Fernando Buesa, asesinado por ETA el 22 de febrero de 2000 en Vitoria, recuerda que quedan muchas cosas pendientes y subraya dos, que son las que le hacen permanecer «escéptica»: «ETA no ha acabado de desarmarse» y no ve «grandes cambios en la izquierda abertzale». «Creo que ha habido un desmarque de la violencia teórico, pero no acaba de haber un reconocimiento ético de lo ocurrido», lamenta. «¿Tan difícil es decir que lo que ha pasado es algo que está mal y en ningún caso justificado? A mí no se me caen los anillos en decir que los GAL estuvieron mal», añade.

Sara recuerda que Bildu estuvo presente en la ofrenda que el Parlamento vasco celebró este año en memoria de su padre y del escolta de este, Jorge Díez. Aunque tampoco olvida que poco después, Laura Mintegi dijo que la muerte del socialista Fernando Buesa «fue política y que se debió a la falta de diálogo, como si fuese un fracaso de todos». «Me pareció positivo que estuvieran en el homenaje, pero al escuchar aquello me sentí profundamente ofendida y engañada», se sincera.

Buesa se refiere, asimismo, y lo hace sin tapujos, a dos de las cuestiones de plena actualidad: el «bloqueo» en el proceso de paz y la situación de los presos de ETA. Sobre esta última cuestión, lo tiene claro. «Lo ideal sería la reinserción porque al final vamos a convivir, pero no a cualquier costa. Hay que estudiar los casos individualmente, que reconozcan el daño causado y nunca aplicar medidas que se salgan de la legislación vigente», expresa.

Javier Urquizu Hijo de José María Urquizu

«No se va a solucionar ni con uno ni con dos cambios de gobierno»

Javier Urquizu tiene muy claro que «tipo de sociedad quiere» para sus hijos y sus nietos: «Una en la que si una víctima se cruza por la calle con un asesino, el que tenga que bajar la cabeza sea este último y no al revés, como ha ocurrido durante años». Es hijo de José María Urquizu Goyogana. Teniente coronel del Cuerpo de Sanidad, estaba destinado en Burgos, pero los fines de semana solía regresar a Durango, en Vizcaya, su municipio natal y donde regentaba una farmacia. El 13 de septiembre de 1980, dos etarras entraron en el local preguntando por él. Bajo la excusa de hacerse un análisis, aprovecharon que la víctima se inclinó sobre el microscopio para pegarle un tiro en la nuca.

Javier advierte que no se ha llegado hasta el momento en que estamos «por una reflexión sesuda de ETA, sino por la labor de las Fuerzas de Seguridad y la lucha ciudadana». Rechaza la tesis de que las víctimas estén viviendo el final de ETA como un drama. «La inmensa mayoría, por no decir todas, nos tomamos como una gran noticia que dejara de matar. Pero, ¿hay que premiarles por eso?», replica. Otra cosa, es la tarea que queda pendiente, y que, según subraya, «no se va a solucionar ni con uno ni con dos cambios de gobierno». Javier, que sostiene que «independientemente de que queramos o no, deberá haber vencedores y vencidos», hace hincapié en dos cuestiones. La primera, «justicia, con mayúsculas». «Es la gran palabra y no es sustituible por ningún tipo de homenaje», subraya.

Recuerda que son 326 los crímenes de ETA pendientes de resolver. El de su padre es uno de ellos y seguirá siéndolo, ya que ha prescrito. «Ese dato revela que el Estado de Derecho está en deuda con las víctimas; una sociedad sin justicia no es una sociedad civilizada», sostiene. El segundo reto al que, a su entender, «deberemos enfrentarnos» es al educativo. «Se ha comido la cabeza a toda una generación y eso no puede seguir pasando», afirma.

Mari Carmen Hernández Viuda de Jesús Mari Pedrosa

«Con el homenaje a 'Thierry' se me pusieron los pelos de punta»

El 4 de junio de 2000, Carmen Hernández quedó viuda tras asesinar ETA a su marido, Jesús Mari Pedrosa, concejal del PP en el Ayuntamiento de Durango. Han pasado casi trece años desde que Carmen sufriera el «episodio más triste» de su vida. Al lado de su marido vivió diferentes treguas fallidas de la organización terrorista y ahora, 18 meses después de que ETA anunciara el cese de su actividad armada, se declara «optimista» porque cree firmemente que «esta será la definitiva».

Carmen dice estar «contenta» por el hecho de que los amenazados «puedan vivir más tranquilos, sin el riesgo de que les maten», si bien advierte que queda mucho camino por recorrer hasta evitar que se vea como «normal algo que no lo fue». La viuda de Pedrosa reconoce que cada víctima «tiene su manera de pensar» y también de sobrellevar la huella que el terrorismo dejó en sus vidas. «Ha habido tanto sufrimiento... Hemos avanzado y tengo confianza en que las nuevas generaciones no tengan que soportar lo que nos tocó a nosotros», sostiene.

Carmen hace hincapié en palabras como «reconciliación», «impunidad» y «perdón». Ahora bien, matiza que la última cuestión es «muy individual». Ella se entrevistó con un preso de ETA de la llamada 'vía Nanclares' que «había hecho su propio examen de conciencia». «Se arrepentía de lo que hizo y pidió perdón. Eso es lo que tiene mérito y lo que vale», afirma.

La viuda de Pedrosa considera que cada «persona debe pagar por el delito que haya cometido», pero no tiene reparos a la hora de colocarse a favor del acercamiento de los reclusos de la banda a Euskadi, «dentro de lo que marca la ley». «Hay que hacer las cosas bien, de acuerdo a la justicia y con memoria», defiende. Eso no quita que haya episodios le duelan, como fueron los gritos de 'gora ETA' que se escucharon en el homenaje a 'Thierry'. «Se me pusieron los pelos de punta porque hemos pasado cincuenta años bajo ese yugo, y sentí tristeza de que eso pueda continuar de esa manera», lamenta.