Rebeldes de Séléka patrullan por las inmediaciones de la capital centroafricana. El presidente Michel Djotodia, en dos imágenes de enero. :: PATRICK FORT / STEVE JORDAN / AFP :: SIA KAMBOU / AFP
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Las elecciones tardarán en Centroáfrica

El autoproclamado presidente afronta el rechazo de la ONU y Francia con la promesa de un Gobierno de unidad nacional

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El autoproclamado presidente de Centroáfrica ha prometido la constitución de un Gobierno de unidad nacional después de llamar al fin del pillaje en la capital, Bangui. Michel Djotodia, líder de la coalición Séléka (Alianza en la lengua local sango), ha prometido también su respeto a los acuerdos firmados el 11 de enero en Libreville, que preveían la formación de un Gabinete de concentración. De momento, ha disuelto la Asamblea Nacional y suspendido la Constitución, además de decretar un toque de queda para garantizar una seguridad en la capital que no termina de hacerse realidad.

El nuevo hombre fuerte ha apuntado como primer ministro a Nicolas Tiangaye, representante de la oposición civil al depuesto presidente François Bozizé. Según sus palabras, el reparto de carteras será levemente distinto al propuesto por el pacto suscrito en la capital de Gabón y que entró en vigor apenas hace un mes. Eric Massi, portavoz de la alianza, también ha apuntado que su respeto a los compromisos adquiridos supone una transición política de dos a tres años antes de la celebración de elecciones.

La medida pretende contrarrestar las condenas de la ONU y de la Unión Africana, que ha decidido excluir temporalmente al país de su seno. El anuncio también coincide con la aparición del anterior presidente en Camerún, país al que llegó en helicóptero en espera, al parecer, de un tercer destino de acogida después de dejar en la República Democrática de Congo a su familia; y con las declaraciones del ministro galo de Asuntos Exteriores sobre la no pertinencia de una evacuación de los 1.500 nacionales residentes en Bangui. «Las cosas están bajo control en lo que respecta a nuestros compatriotas», aseguró Laurent Fabius.

La postura de París es la de no reconocimiento del Gobierno 'de facto' y el mantenimiento de su apoyo a las tesis, compartidas por Naciones Unidas y Chad, de que cualquier solución debe respetar los principios consensuados en enero en Gabón. El canciller galo también anunció el envío de 350 efectivos con el objetivo de reforzar las posiciones de los 250 soldados franceses ya emplazados en el aeropuerto de la capital centroafricana.

La política de no injerencia está siendo compartida por Francia, la Unión Europea y Estados Unidos, que llegó a cerrar su Embajada en diciembre, cuando se desató la primera ofensiva rebelde. Tradicionalmente, la exmetrópoli ha ejercido una indisimulada tutela en el país a lo largo de sus cincuenta años de historia, marcada por la sucesión de golpes de Estado y conflictos bélicos internos. Su notorio ascendiente obliga a cualquier autoridad a ganarse la confianza del Elíseo.

Paso en falso sudafricano

La única excepción relevante a esa postura de 'dejar hacer' al nuevo poder centroafricano ha corrido a cargo de Sudáfrica, que ha perdido oficialmente a 13 soldados tras los enfrentamientos con los rebeldes en las inmediaciones de Bangui. El apoyo al Ejército regular se decidió, al parecer, después de la visita relámpago del expresidente Bozizé a Pretoria el viernes, y los combates se sucedieron a lo largo de la noche del sábado. La iniciativa de implicarse en la enésima crisis del país vecino ya se ha considerado un paso en falso dentro de las aspiraciones del Estado austral por convertirse en una potencia de referencia en el continente.

Ni la controvertida participación de radicales islámicos ni el drama de decenas de miles de desplazados y refugiados, carentes de ayuda exterior, han motivado campaña alguna de apoyo internacional al pueblo centroafricano. El FOMAC, el destacamento internacional desplegado a 75 kilómetros de la capital para garantizar su seguridad, se inhibió completamente ante el continuado avance del ataque miliciano. La disparidad de las fuerzas vencedoras añade incertidumbre al futuro político de la República Centroafricana, uno de los países más pobres del mundo. Las previsiones más agoreras desconfían de su viabilidad al no existir programa o estrategia comunes entre los cinco grupos coligados en Séléka. La mayoría participó en la guerra civil que tuvo lugar entre 2004 y 2007, a la que sucedió una situación de permanente inestabilidad y violencia en el noreste.

La última ofensiva militar se ha basado estrictamente en el incumplimiento por el régimen de sus compromisos con los guerrilleros presuntamente desmovilizados. La presencia de numerosos mercenarios chadianos o hijos de inmigrantes, un agente de gran peso en la política centroafricana, incrementa también el riesgo de nuevas crisis.