José Ignacio Goirigolzarri, tras ponerse al frente de Bankia. :: AFP
Economia

El banquero que trata de salvar el Titanic

Goirigolzarri ha blindado su gestión en Bankia, el prototipo del fiasco financiero español, con la millonaria inyección de fondos a punto de llegar

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«Está extraordinariamente tranquilo y en ningún momento ha dado muestras de perder el control. Desde que asumió su nueva responsabilidad, jamás ha transmitido dudas sobre la decisión que tomó. No se arrepiente. Al contrario, se le ve confiado en que va a terminar con éxito la tarea que el han encomendado», asegura alguien que mantiene un contacto periódico con José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia.

'Goiri' es un profesional rocoso. De ahí que hasta ahora haya preferido concentrarse en poner orden dentro de la casa antes que dedicarse a transmitir mensajes al exterior. Su timidez innata y la convicción de que se mueve mal en el escenario pese a su solvencia técnica y las dosis de prudencia que uno debe mantener cuando se sabe en el disparadero le han dado un aire un tanto enigmático a su corto periplo por la presidencia del gran fiasco financiero español. Hace tan solo unos días, la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE) le concedía el 'Premio Secante' por su escasa voluntad comunicadora. Al recoger el galardón, hizo autocrítica y aseguró tener propósito de enmienda. «He guardado silencio por razones comprensibles -apuntó-, pero a partir de ahora me comprometo a comunicar más para garantizar la transparencia del proceso». Paradojas de la vida, el 'Premio Tintero', que distingue precisamente el esfuerzo de comunicación, le fue concedido al auténtico responsable de su nombramiento: el ministro de Economía, Luis de Guindos.

«Le va la marcha»

¿Por qué aceptó el que fuera número dos del BBVA el reto de ponerse al timón de un buque a la deriva? Es la pregunta que todavía se hace la mitad del sector financiero español. Quienes le conocen aseguran que la respuesta se puede condensar en una frase tan simple como contundente: «Le va la marcha». En el banco vasco había recorrido la práctica totalidad del escalafón, con marchamo de magnífico gestor, serio, discreto, responsable, austero, duro en la relación profesional y humano en el trato personal. En septiembre de 2009 se sintió frustrado, probablemente por primera vez en su carrera, y decidió un drástico cambio de rumbo. Aspiraba a presidir el banco, pero se topó con la decisión de Francisco González de permanecer en el cargo.

Aseguran que, ya en el dique seco, a Goirigolzarri le costó volver a encontrarse a gusto consigo mismo. Su salida del BBVA fue un tanto traumática y le dejó marcado. A la frustración profesional se unió el escándalo suscitado por la pensión vitalicia -3 millones de euros anuales- que se llevó en la mochila al abandonar la entidad. «Suena un tanto extraño en un contexto de crisis», acertó entonces a señalar el actual ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Claro que, visto con perspectiva histórica, esa 'pensión' que aún hoy recibe tiene tintes más curiosos. «Es Goirigolzarri, le tenemos aprecio, nos cae bien y como que no pasa nada... Pero no deja de tener narices que los accionistas del BBVA le paguemos ahora una millonada para que dirija una entidad que nos hace la competencia», apunta un importante accionista del banco.

Ha encontrado en la vuelta a la primera línea de mando la adrenalina que el faltaba. Tras su salida del BBVA, probó fortuna como pequeño inversor de algunas empresas de comercio electrónico -con poca fortuna, por cierto- y se refugió en la creación de una fundación que él mismo había creado, dedicada a facilitar el nacimiento de nuevos emprendedores. Pero le faltaba algo.

Goirigolzarri, aseguran quienes tienen acceso a él, está convencido de que podrá repetir una historia que en España tiene antecedentes muy claros: entidad financiera que se hunde en medio de un gran tumulto y que es rescatada por un ejecutivo de prestigio, que pasa a la historia como el hombre que fue capaz de obrar algo parecido a un milagro. Alfredo Sáenz, que reflotó Banca Catalana para que fuese cómodamente absorbida por el Banco Vizcaya y repitió la jugada con Banesto, en este caso para alimentar al Banco Santander, son referencia, un espejo en el que mirarse.

Un balón de oxígeno

Quizá, una parte de la tranquilidad con la que Goirigolzarri parece moverse en el timón de esa especie de Titanic bancario que pilota está sustentada en el blindaje que él mismo diseñó poco después de asumir la presidencia. Aquel anuncio en el que sentenció que las necesidades de la nacionalizada Bankia había que situarlas en el entorno de los 19.000 millones de euros -para muchos, la espoleta que condenó a España a pedir el primer rescate de la UE y que se sumaban a 4.000 ya inyectados con carácter de urgencia por el Estado- es el colchón sobre el que descansará su gestión. «Si el Gobierno le respalda -asegura un experto-, mal lo tiene que hacer para fallar en el reflotamiento de Bankia. Sí sale bien, te conviertes en un fenómeno. Donde Goirigolzarri se la ha jugado no es en la gestión del banco, sino en la negociación con el Gobierno».

La cifra definitiva de inyección de dinero público no se conoce por el momento -De Guindos ha anunciado esta semana que se hará publica en los próximos días- e incluso hay algunas incógnitas que van a tardar en despejarse. El Ejecutivo ha lanzado esta misma semana un balón de oxigeno para aliviar la principal presión que pesa sobre la cabeza de Goirigolzarri: la legión de damnificados -más de 100.000- propietarios de participaciones preferentes y deuda subordinada de la sociedad. El Gobierno quiere que un mediador dictamine si la entidad tiene que compensar a los afectados -que en principio pueden perder en torno al 40% de lo que invirtieron- porque fueron literalmente engañados. Algo similar ocurre con los accionistas que compraron títulos del banco en su salida a Bolsa, en la creencia de que adquirían participaciones de una sociedad sana, cuando en la práctica lo que compraban era un trozo del aire que rellenaba los agujeros de un queso emmental.

Goirigolzarri ha revelado que su visión del futuro pasa por una oferta pública de venta, en varios tramos, cuando Bankia esté reflotada. Claro que ya hay quien, en plena ensoñación de cruces rocambolescos, atisba otra operación curiosa: supongamos que el Gobierno obliga-convence al BBVA para que absorba la nueva Bankia. ¿Quién presidiría en el futuro la entidad resultante?