Economia

Alemania presiona para limitar el alcance de la unión bancaria

Insiste en que el supervisor único no controle sus entidades regionales y tienta a Francia con la sede del nuevo organismo

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La UE apura las horas hasta el límite para intentar forjar un acuerdo en la unión bancaria. Los ministros de Finanzas de los Veintisiete celebran hoy un encuentro extraordinario en la víspera de la crucial cumbre de presidentes convocada en Bruselas. El gran reto pasa por suavizar las fuertes diferencias y despejar el camino para que los jefes de Gobierno puedan rematar la tarea. El consenso no será fácil porque Alemania presiona con todo para limitar el alcance del supervisor único del sector financiero. Pese a la férrea oposición de Francia, Italia y España, Angela Merkel quiere descafeinar los poderes del vigilante común para que buena parte de las entidades sigan controladas por las autoridades nacionales.

Los ministros de Finanzas, el llamado Ecofin, retomarán las negociaciones que aparcaron la semana pasada sin avances aparentes. El debate se centra en las nuevas atribuciones del BCE, que gracias a la unión bancaria se convertirá también en el supervisor común de la UE. Alemania insiste en que una cuestión tan delicada no puede transferirse completamente a una entidad que carece de la experiencia y los medios de los vigilantes nacionales. El eje formado por París, Roma y Madrid replica que el ambicioso proyecto perdería muchos enteros si no afecta, al menos, a los 6.000 bancos de la zona euro. De fondo, se encuentra la reacción de los mercados, que consideran la decisión una prueba del verdadero compromiso de Europa en defensa de su moneda.

Pese al estrecho marcaje de los parqués, Berlín advirtió de que no aceptaría cualquier pacto por miedo a posibles turbulencias. El Gobierno germano se ha reafirmado en esta tesis en los últimos días y acude al Ecofin con una posición muy dura. Decidido a evitar que el BCE supervise a su poderosa banca regional, empuja para que su control se ciña a las entidades de mayor tamaño. Su propuesta reclama que el vigilante se ocupe de las firmas con unos activos superiores a los 50.000 millones. Además, insiste en que las nuevas actividades del banco central se separen estrictamente de su obligación de mantener la estabilidad de los precios, un objetivo que para el país alcanza la categoría de sagrado.

Merkel redondea sus exigencias con un nuevo retraso en la puesta en marcha del supervisor. Según sus planes, debería empezar su trabajo en julio de 2014, seis meses después de lo que se ha planteado hasta ahora. Cualquier demora resulta difícilmente digerible para España, que ha alertado de que su tranquilidad en los mercados depende en gran medida de que se alcance un acuerdo esta semana. Berlín, sin embargo, ha dejado entrever una carta que podría servirle para obtener el apoyo de Francia. Al parecer, estaría dispuesto a que el nuevo consejo ejecutivo del vigilante se traslade a París para que quede aún más clara su autonomía en el seno del BCE, que tiene su sede en Fráncfort.

A la espera de ver si Francia se contentaría con albergar las oficinas del nuevo organismo, se barajan otras posibles soluciones para lograr un acuerdo. Una alternativa sería que se fije un calendario gradual para ampliar los poderes de supervisión del BCE, que aumentaría su capacidad a medida que gane experiencia. Aunque se pueda dar con la tecla en esta materia, todavía quedará otra cuestión muy espinosa. Se trata del encaje de los países de fuera del euro en la unión bancaria. Algunos de ellos estarían dispuestos a unirse, pero no ven clara la ascendencia que podría tener el banco central.

El último frente es la cuestión británica. Tanto Reino Unido como Suecia, los dos mayores centros financieros de fuera del euro, han anunciado que no se integrarán en el supervisor. Ambos solo pondrán dificultades al acuerdo si no se modifica el sistema de voto en la Autoridad Bancaria Europea (EBA), el organismo encargado de redactar la normativa del sector.