CÁDIZ

Americanos, ¿os recibimos con alegría?

Los vecinos de Cádiz admiten que sufren ciertas molestias pero las justifican con lo efímero de la cita y el valor promocional que tiene

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Será que esta vez no viene Mister Marshall ni su mulato sucesor. Será que han pasado casi 60 años y algo hemos cambiado. Será que Cádiz no es Villar del Río (nombre ficticio de Guadalix de la Sierra) o que los ánimos no están para festejar cantando la llegada del «americano», esta vez en sentido estricto. Será que ya no somos cosmopolitas, ni de ida y vuelta, que los parientes en Cuba se murieron y que no esperamos mercancías ni riquezas desde la torre mirador.

Los coches oscuros e imponentes, tan mentados y esperados durante meses, pasarán igual de rápido que en la obra maestra de Berlanga, sin detenerse apenas, pero esta vez su efímero desfile no decepcionará a nadie porque nadie espera nada. Al revés. Que vaya bien, que la ciudad salga guapa y que acabe cuanto antes. Los bolsillos tampoco están tan vacíos como entonces, aunque todo el mundo tema el retorno a ese pasado en blanco y negro. El personal aprecia su rutina cotidiana más de lo que parece. Todo lo que la rompe, molesta. Además, parecen decir todos: no vamos a pedir nada, ni a conseguir nada, mi vida no va a cambiar. Mucha, mucha Policía y ¿para qué?.

Esa parece ser la sensación de los lugareños, de los vecinos habituales, ante la llegada de la Cumbre Iberoamericana, con su legión de agentes uniformados y de paisano, sus controles de seguridad, sus calles cortadas y sus aparcamientos eliminados. Una soberana molestia colectiva, breve pero indiscutible.

Sin embargo, a la segunda pregunta, la fundamental (¿todo esto le merece la pena a la ciudad?) la gente recapacita, convierte su crítica en chascarrrilo y dice mayoritariamente que sí, que es una promoción, incómoda durante 48 horas, pero tremenda. Y, como añadido sorprendente, un reproche bastante extendido: «Ya es hora de que Cádiz salga en los medios por algo que no sea paro, protestas, pobreza y empresas que cierran», resume Luis Manuel Rubio, empresario. Vive y trabaja en el centro así que se mueve en moto «y no he notado molestia. Además, si la noto, son dos días, no es un evento de una semana o un mes. Todo lo que sea que Cádiz suene a nivel mundial me parece positivo».

Paula Baldomir, a muchos metros, a otra hora, comparte argumento: «La ciudad se da a conocer por algo importante y no saldrá en los medios tan mal representada como aparece siempre». Aún así, esta filóloga asegura que sus compañeros se quejan de las dificultades para el transporte público entre ciudades y que el dispositivo policial es «algo excesivo».

David Acedo, también estudiante, se inclina por las molestias: «A las personas que vienen de fuera a estudiar les supone mucho retraso por carretera. Eso me parece mal». Celia Gasca añade que «tanto cambio de tráfico influye a mucha gente pero yo me traslado en catamarán y no he notado nada».

El beneficio futuro en publicidad de la ciudad se enfrenta al mal menor pero presente de transtornos: «Es que llevan tres días pidiéndome el DNI tres veces en esta misma calle», señala con aspavientos una mujer ante el estanco de Plocia, epicentro de la pesadez por ser calle trasera del Palacio de Congresos. «Menos mal que no vivo en Cádiz y el sábado no tengo que venir». Ante la Biblioteca Provincial, Ángeles, profesora, verbaliza el sueño de miles de gaditanos para este fin de semana (y para otros): «A mí me parece bien que se celebre algo así en esta ciudad pero sería estupendo irse el viernes al mediodía a una casita a Conil, a Rota o Chiclana. O a un hotelito. Hasta el lunes». Eso último también está complicado hasta pagando lo que pidieran pero ella no lo sabe.

En la calle Ancha, Diego, camarero en el popular Bar Liba, asegura que al vivir y trabajar en el centro «todos los desplazamientos son a pie y no he notado nada, ni me han pedido el carné. Veo mucha Policía, pero nada más». A falta de incordios, la impresión es que «este evento le va a dar mucho renombre a Cádiz, va a sonar en muchos países y eso sólo puede ser bueno».

Santiago Chapela, que trabaja en Extramuros, tiene la experiencia del que se mueve en autobús y todo cambia: «Desde Cortadura hasta el centro no sé cuántos policías y guardias civiles he podido ver. Más que en toda mi vida. Parece que no hay problemas de empleo en ese sector. Por lo menos, todo esto servirá para que muchos americanos oigan hablar de Cádiz. De los que vienen, no conozco a ninguno. Bueno, al Rey. Todos los que conozco -la argentina, Chavez y Castro- no vienen».