PAN Y CIRCO

Y AHORA, ¿QUÉ?

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El Cádiz ha tocado fondo. El desastre del partido ante el Arroyo es indigno de un club centenario como el amarillo. La goleada fue tan vergonzosa como justa y sacó los colores de un equipo abúlico e incapaz de remar contra corriente. Sin carácter, hambre, ni jerarquía, los de Monteagudo van dando la razón a todos aquellos que pensamos que la materia prima es escasa. Hay poca madera. Este equipo no va sobrado en nada pero tampoco debe estar tan abajo en la tabla. Su puesto debe ser el de pelear por entrar tercero o cuarto con otros cinco equipos más. Solo para pelear, de momento.

Confieso que estoy desorientado y que el lector no encontrará aquí posibles soluciones a la crisis actual. Es evidente que en el mercado de invierno se puede y se debe mejorar y quizás ahí esté la clave, pero hasta entonces hay que competir y escalar posiciones para llegar a enero enganchado en la zona alta. La sensación es que de momento se dan palos de ciego y que tampoco se tiene muy claro qué es lo que está pasando. No hay diagnóstico, más allá de que al equipo le falta tensión, intensidad y experiencia. Algo tan socorrido como cierto pero el análisis debe ir más allá. El horizonte es complicado. Hay jugadores que saben que tienen su sitio en el once garantizado porque no hay un relevo en el banquillo que dé garantías suficientes de éxito. El entrenador no da con la tecla aunque trabaja con seriedad. Pero debe probar otras cosas, cambiar algo, ordenar en el campo a los suyos y espabilar al equipo para que todos veamos ese conjunto que estuvo a un nivel alto ante el Cartagena. Entonces, todo se puso de cara y así es más fácil jugar, pero la personalidad se demuestra cuando empiezas perdiendo o te quedas con uno menos. Ahí es cuando se ven a los jugadores que pueden conformar equipos campeones superando adversidades. Ante el Albacete es el momento y posiblemente sea la última oportunidad de demostrar que hay un rayo de luz a una afición con la que hay que quitarse el sombrero pero a la que ya se le ha acabado la paciencia. No es para menos.