MUNDO

QUÉ MAL NOS VEN LOS NORUEGOS

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Pertenecer a las instituciones que conceden al Nobel tiene un plus de peligrosidad mental. Uno puede acercarse de buena fe a premiar a una persona piadosa con sus semejantes, capaz de sacrificar el egoísmo de su raza, dedicada al encuentro entre humanos y partidaria de su entendimiento. O verse abocado a reconocer a una UE, entusiasta paradigma de todos los egoísmos. O tener que darlo a un disidente chino, encarcelado aún, para fallar en la siguiente edición (el Nobel de Literatura) a favor de un escritor cercano a ese régimen despreciativo con la libertad. Todo ello en un ejercicio de equilibrio, más que de admiración por las hazañas exclusivas de generosidad hacia nuestro género inhumano.

El Comité Noruego ha pasado de la medicina tradicional a la preventiva. Concedió el Nobel de la Paz a Obama apenas aterrizado y sin mérito, y antes de ejecutar a Bin Laden. Jaleó al primer presidente negro para que superara la fase belicosa de su antecesor. Y ahora aplica sutura a las heridas de la UE, que se perciben mortales. Se trata de un boca a boca en momentos de asfixia. O, si se ha de creer a los euroescépticos, de una inyección de autoestima en el momento más álgido de lucha por el poder y para la salvación del euro. Oslo está fuera del mundo. Considera anacrónico retroceder hasta Napoleón, pero mira hasta la II Guerra Mundial. Se recrea en la reconciliación entre adversarios históricos, la restauración de la paz y la democracia en las dictaduras del sur de Europa y en los antiguos regímenes comunistas del bloque soviético. El galardón, con dosis de surrealismo 'friki', ha desencadenado una calurosa reacción en la sede de la UE en Bruselas y la crítica amarga de los 'eurófobos' británicos.

Se asume que se trata de utilizar el premio para señalar que está en juego la propia existencia de Europa, sumida en su peor crisis después de seis décadas, animada por los altos niveles de endeudamiento y las enormes divisiones a la hora de regenerar la Unión. Los enterradores británicos dicen que los noruegos tienen sentido del humor, «porque la UE no ha creado prosperidad sino pobreza y desempleo». «Hace 20 años este premio habría sido 'sicofántico', pero más justificado, hoy está fuera de lugar». Denuncian que se conceda a la comunidad europea menos querida por sus ciudadanos en décadas.

Para cuantos ven el vaso medio lleno, la UE ha servido de ancla a la democracia y la prosperidad de una de las regiones históricamente más turbulentas del mundo. Ha creado el mercado único mayor del planeta con una población de más de 500 millones de habitantes, un sistema legal supranacional propio y una política común de Exteriores y Seguridad. El antiguo primer ministro noruego Thorbjoern Jagland lo resume así: «El horrible sufrimiento que se produjo en la II Guerra Mundial demostró la necesidad de una nueva Europa. Durante 70 años, Alemania y Francia mantuvieron tres guerras. Hoy el enfrentamiento entre los dos países es impensable. Lo que demuestra cómo unos esfuerzos bien dirigidos construyen una confianza mutua en la que los enemigos históricos acaban por ser aliados cercanos».

La cuestión es si esa 'Nueva Europa' va a traernos más democracia o mayor burocracia y, si gracias a la crisis, disfrutaremos de paz o asistiremos a una mayor tensión y división entre las naciones... Y vuelta a empezar.