Apuntes

Al final de este viaje

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Al final de este viaje en la crisis quedarán, nuestros cuerpos cansados de ir, a Cáritas, al SAE, a dar paseítos por la playa. Llega el otoño y cada vez son menos los que conservan la alegría. Poquito a poco, la nostalgia propia de esta época se ha instalado de manera permanente en el sentir de los gaditanos y al ánimo plomizo como el cielo en noviembre acompaña la sensación angustiosa de la caída de las hojas, del almanaque, que pueden marcar el fin de la prestación por desempleo.

Quedamos los que puedan sonreír, en medio de los problemas, en plena luz. O en la barra de un bar pontificando de Carnaval o de fútbol, porque ya nadie se atreve a preguntar por cómo van las cosas en la oficina. La crisis ha pasado a ser como esa enfermedad de la que nadie quiere hablar pero que todos conocen. «¿Qué te ha dicho el médico? Nada, que, tú sabes... por cierto, a ver el Monteaguado éste que tal resulta...». Cádiz vive su permanente otoño que además tiene constantes nubarrones de gota fría en el horizonte. Pero nos ha sorprendido a todos en manga corta y sin paraguas y la tienda donde los vendían hizo un ERE y echó la baraja hace dos meses.

Pasear un martes por la mañana por el centro refleja un paisaje de un millón de muertos, de gaditanos que pululan sin saber adónde ir porque no quieren ir a ningún sitio. Quieren quedarse pero no saben tampoco dónde ni cómo.

Porque al final de este viaje en la crisis, y sigo pensando en la canción de Silvio Rodríguez, estaremos tú y yo, pero no intactos, sino llenos de cicatrices y con la sensación de que nos han ido poniendo zancadillas en las ruedas y pinchando los zapatos. El cantautor cubano remataba diciendo que «quedamos los que puedan sonreír, en medio de la muerte, en plena luz». Precisamente los que vamos quedando perdimos la sonrisa hace tiempo. Y los otros, ya les cortaron la luz.