Un grupo de manifestantes protesta contra la convención republicana en Tampa, en Florida. :: AFP
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Despega el 'espectáculo' republicano

Las grandes corporaciones gastan millones en la Convención, buena oportunidad para influir en los conservadores

TAMPA (FLORIDA). Actualizado: Guardar
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Al micrófono, el portavoz de la Convención Republicana adoptó ayer un tono sobrio para justificar la cancelación del primer día de la gran concentración con que el partido conservador construirá la imagen de su candidato Mitt Romney. «Nuestra gran preocupación es la gente que se encuentra en la ruta del huracán 'Isaac'», dijo consternado. Nada que ver con el tono de la fiesta multimillonaria con la que el Comité de Recepción había descorchado la noche antes la extravaganza republicana.

«¡Yuhuuu! ¡Estoy en una fiesta de huracán!», gritaba al teléfono un congresista de California citado por The New York Post. Sobre la hierba del Tropicana Field las bailarinas y los tragafuegos eran solo el principio de la ostentosidad. El temido huracán que avanza implacable hacia Nueva Orleáns solo había dejado en Tampa cielos nublados y lluvias copiosas. La verdadera inundación llegaba de los ríos de alcohol que se desbordaban de una docena de bares repartidos por todo el estadio de beisbol, donde se servían gratuitamente intrigantes cócteles de colores.

Las bailarinas vestían de serpiente mientras que los republicanos del Comité de Recepción habían cambiado el traje y la corbata por parches de pirata o sables de oficial. El abigarrado escenario con el que se recordaba los orígenes piratas de la Bahía de Tampa imitaban al de Johny Deep en 'Piratas del Caribe', pero ni siquiera llegaba al nivel de las reproducciones que hacen los casinos de Las Vegas.

En lo que sí se parecía al giro de ruleta era en el multimillonario derroche de una fiesta pensada para 25.000 personas que, debido a la amenaza del meteoro, solo recibió la mitad. Según fuentes del analista político del diario local Tampa Bay Times William March, solo en comida se gastaron esa noche tres millones de dólares. El Comité de Recepción no confirmó ni desmintió esa cifra, a llamada expresa de esta corresponsal, pero quienes asistieron insistían en que el verdadero gasto vino del alcohol, no de las bandejas de cochinillos asados que paseaban los camareros.

La fiesta que dio el pistoletazo de salida es como el espectáculo de fuegos artificiales que alumbrará cientos de chispas mucho más exclusivas. Que no sea por dinero. Con su estatus de organización sin ánimo de lucro que le permite recaudar fondos ilimitados libres de impuestos sin tener que revelar su cuantía hasta octubre, el Comité de Recepción se puede permitir ese lujo y muchos más. Según The New York Times la organización ha recaudado 55 millones de dólares de grandes corporaciones como Microsoft, Target o Chevron.

Coste de la seguridad

La cuantía es adicional a los 50 millones de dólares que se calcula costará el gran espectáculo de la convención, 18 de ellos pagados por el gobierno con el sudor de los contribuyentes. Y eso no incluye los 50 millones de dólares que se destinan a cada una de las ciudades anfitrionas para que paguen la seguridad.

El mareo de cifras aumenta cuando se entra en el ámbito de la exclusividad, esos actos de imprescindible invitación que dan acceso al poder, el verdadero atractivo de las convenciones para la gran familia de corporaciones y lobistas que domina el país. El multimillonario inversor Paul Singer ha contratado para charlas privadas a prominentes republicanos como la ex secreatria de Estado Condoleezza Rice, el estratega electoral de George W. Bush Karl Rove o el gobernador de Wisconsin Scott Walker que sacara adelante las leyes antisindicatos.

Por su parte, el comité de acción política de Rove, que está inyectando fondos ilimitados a las campañas republicanas, se ha agenciado al exgobernador Jeb Bush y al senador Marco Rubio. El dinero es el que abre todas las puertas del poder. Lo que cuenta para obtener acceso no es una de las acreditaciones de prensa que han recibido 15.000 periodistas de todo el mundo, ni siquiera la condición de delegado electo que han obtenido 2.286 representantes y 2.125 suplentes para cumplir la burocrática función de votar hoy por Romney como candidato del partido.

En las fiestas que hace en un yate de alquiler el prominente recaudador de fondos republicano Brendan Winfrey para nutrir las campañas en nombre de sus clientes -el senador de Mississippi Thad Cochran y el de Kansas Jerry Moran- hay que pagar 10.000 dólares para alzarse con el título de «capitán». En las que hace la firma de asuntos gubernamentales Williams & Jensen en el asador Bern's Stake House los cargos públicos entran gratis, mientras que los quieran tener acceso a ellos pagan 15.000 dólares.

Para los mortales de a pie parece un disparate abrir de ese modo la cartera por estrechar la mano de un político aburrido, pero para las grandes corporaciones que gastan millones al año en lobbies esto es mejor que las rebajas de agosto, y sólo ocurre cada cuatro años.

El Instituto de Petróleo Americano lanzará con un gran concierto su campaña 'Vote For Energy' con la que apoya la elección de políticos que favorezcan la licencia del controvertido gaseoducto Keystone que ha frenado el gobierno de Obama por trasladar petróleo sucio de arenas vituminosas, así como el rechazo a las leyes de transparencia para las petroleras que operan en el extranjero. American Action Network pagará una gran carpa para que sus invitados fumen puros y la empresa Chesapeake Energy, que se ha gastado millones en frenar la regulación que limitaría la extracción de gas natural, facilitará a la Convención una flota de deportivos para pasear a los políticos.

Es solo el principio. Son cientos de actos de chequera abierta en los que socializando informalmente con un cóctel de huracán en la mano se pueden cambiar las regulaciones que ponen al mundo por alfombra de las grandes corporaciones. La extravanganza republicana no ha hecho más que empezar, pero sus efectos serán de larga duración.