Un castillo a medio terminar

El entonces consejero de Presidencia y presidente del Consorcio del Bicentenario, Gaspar Zarrías, adelantó hace tres años en Cádiz que el Castillo de San Sebastián y el Oratorio serían los grandes iconos de la celebración del Bicentenario. A Zarrías le fallaron las cuentas. Solo hubo dinero para cubrir la rehabilitación de la iglesia donde se promulgó la Constitución de 1812. Sin embargo, la fortaleza de San Sebastián ha pagado el pato de la burocracia de las administraciones, la oposición de los ecologistas a los proyectos de reforma previstos y, sobre todo, de la crisis. Gaspar Zarrías habló entonces de que el Castillo de San Sebastián sería el Faro de las Libertades, que albergaría conciertos, exposiciones, visitas guiadas y una especie de auditorio donde tendrían lugar los actos más emblemáticos de la conmemoración del Doce. Al final, esta promesa ha quedado en un parche. El arquitecto gaditano Aberto Campo Baeza diseñó para el Castillo un primer proyecto de lo que sería el referente cultural del Bicentenario, pero esta iniciativa se archivó. Más tarde sería el Ministerio de Medio Ambiente el que tomaría las riendas de la rehabilitación de la fortaleza a través de su empresa Tragsa, cuyo primer encontronazo con los ecologistas fue la instalación de un embarcadero en el antiguo muelle de Isabel II, en uno de los laterales del Castillo. Los ecologistas pusieron el grito en el cielo al entender que el trasiego de barcos para las visitas acabaría con la fauna de La Caleta. Al final, se optó por invertir 45 millones de euros en su mejora, pero a estas alturas, solo se han destinado 12 millones al pavimentado y a la rehabilitación de las casamatas. Los populares no dan por perdida la puesta en valor de toda la fortaleza y la alcaldesa de la ciudad, Teófila Martínez, ha buscado la alianza de los dirigentes del partido en Madrid para hacer un frente común. De momento, hay intención, pero sin fecha ni dinero.