Tribuna

Peces y pesca en la Bahía hace 3.000 años

CATEDRÁTICO DE PREHISTORIA Actualizado: Guardar
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La explotación de los recursos marinos, como consumo en la dieta alimenticia de las antiguas sociedades protohistóricas o como factor industrial para el comercio exterior, constituyó una de las principales actividades económicas de las poblaciones fenicias y púnicas de las costas mediterráneas y atlánticas peninsulares y del norte de África. Y la Bahía gaditana acumula una sólida tradición pesquera como consecuencia de la situación de su costa, entre el mar y el océano, y de la extraordinaria riqueza de sus fondos marinos que sustentaban a multitud de especies. Entre ellas, y con abundancia, los sargos, raspallones, obladas, salemas, meros, salmonetes, bodiones y muchas más, así como peces de vida más pelágica, como servias espetones, corvinas y pargos, a los que se añaden numerosos invertebrados -crustáceos, gorgonas y corales-. Sin embargo, la pesca más nombrada de todos los tiempos antiguos, es la del atún, pero no en los primeros siglos fenicios, como denotan las especies analizadas. De ello hablaré en otro momento. La causa de tan gran variedad de peces se debía a la existencia de grandes extensiones de fanerógamas marinas y algas que constituían su principal alimento. Y para su conservación, la sal, ese oro blanco -su nombre metafórico- o cloruro sódico, como se denomina fríamente desde la ciencia, sin cuya existencia no hay producción industrial. La costa gaditana constituye una de las mayores producciones de España y se basa, sobre todo, en la explotación de salinas de aguas marinas. Su relación con la pesca lo advirtieron Estrabón -siglo I- y Plinio. El primero, refiriéndose a los productos que se exportaban desde la Turdetania, dice: «tiene sal fósil y muchas corrientes de ríos salados, gracias a lo cual. abundan los talleres de salazón de pescado, que producen salmueras tan buenas como las pónticas», cuya comparación constituía un halago para la producción gaditana. Y Plinio el Viejo refleja incluso sus cualidades curativas, y escribe: «se extrae una sal en bloques casi traslúcidos, la cual, y desde hace ya tiempo, lleva para la mayoría de los médicos la palma sobre las otras clases de sal».

¿Cuándo se atestigua el inicio de la pesca en este ámbito? Las comunidades prehistóricas que poblaron el Golfo de Cádiz se beneficiaron de los productos que generosamente ofrecía el mar sólo para el consumo doméstico. En el poblado de El Retamar, en Puerto Real, se han exhumado restos de peces que sugieren que fue un lugar especializado en la pesca de la dorada. Y escómbridos se han hallado en los depósitos de los 'campos de silos' calcolíticos, del milenio III antes de Cristo, de la Había gaditana, e incluso en la misma antigua isla se han recogido numerosos restos de esa época, cuya actividad productiva para el alimento debió basarse en gran parte en los recursos pesqueros. Más tarde, durante el primer milenio antes de Cristo, la pesca constituyó, además del consumo, un comercio enjundioso, como relataron las fuentes clásicas griegas y romanas. En suma, es opinión común, aceptada por los investigadores y manifiesta por los datos arqueológicos, que fueron los fenicios los que iniciaron la pesca con fines comerciales e industriales.

En realidad, no se conoce de época fenicia -siglos VIII y VII a. de C.- ninguna zona industrial derivada de la pesca ni las artes empleadas en Occidente, que espera todavía el pico y la pala del arqueólogo, pero los análisis de peces y moluscos proporcionan una documentación muy estimable para determinar la importancia de esta actividad, su consumo y su posible proyección industrial y comercial. Las investigaciones ictiológicas llevadas a cabo en la ciudad fenicia del Castillo de Doña Blanca, cuyos resultados son los que conozco, han ofrecido una documentación preciosa para conocer el elenco de peces para el consumo, que resumo para el lector. La impresión que se obtiene de este estudio es la de su gran diversidad de las faunas demersales litorales entre las que destacan los espáridos -dentones, pargos, brecas, caballas y doradas-, y en menor cantidad el atún, al menos en estos primeros momentos fenicios. Mas también, especies de agua dulce, como el esturión o el barbo, por ejemplo. En cuanto al marisqueo, que se practicó profusamente, destacan los bivalvos marinos, gasterópodos, pulmunados, cefalópodos y algún que otro bivalvo de agua dulce. Una especie muy abundante, que debió gustar mucho entre los habitantes de esta zona, es la coquina, de indudable valor dietético, y numerosas son también las almejas, los burgaillos y las lapas, de mayor tamaño que las actuales. Lo que indica un tipo de pesca fundamentalmente litoral, con capturas realizadas en zonas cercanas a la costa y de los asentamientos pesqueros y consumidores, en las que se debieron emplear redes con mallas de reducidas dimensiones, que aseguraban la pesca de individuos de pequeña talla y ejemplares juveniles.

No quiero terminar sin la mención de unas normas generales que ofrecía Opiano, un autor de Cilicia que publicó hacia el 180 d.C un tratado en versos hexámetros titulado, 'Halieutica', es decir, 'Sobre la pesca', para aquellos que salían a la mar para actividades pesqueras. En él vierte el autor sus conocimientos aprendidos en los libros, que algunos datan de casi quinientos años antes de su época, y sus observaciones personales. Dice así: 'En los días de otoño pescar por la tarde resulta / mejor, y también cuando surge la estrella del alba. / En invierno, salir justo cuando los rayos solares / se difunden. En primavera florida el día entero / acrecienta toda la pesca: es el tiempo en que todos / los peces se ven atraídos hacia las costas / (.) / Siempre han de poner la vista en la brisa que sopla / calma y suave, que riza, leve, en el mar apacible,/ pues los peces temen y odian los vientos violentos / y no quieren tambalearse sobre las aguas'.

Versos preciosos, consejos adecuados, experimentados, de los que ignoro si se seguían en la Bahía. Creo que sí. Lo que estoy seguro es que habría bullicio en los puertos, antes de la pesca, en los preparativos de las artes y de las embarcaciones, durante todo el día con el ajetreo sin tregua de las distintas actividades que conlleva un puerto pesquero, siempre ruidoso, y al atardecer, con el sol rojizo muriendo como un dios en el horizonte, cuando los embarcaciones rebozantes alcanzaban la orilla, para volver a empezar al siguiente día. Una explosión de vida es un puerto. Hoy, en la Bahía, reina demasiada muerte, y ese ambiente jaranero, propio de los puertos, lo acalla el silencio, los barcos, o lo que queda de ellos, descansan o mueren indolentes en alguna parte, y los pescadores ya no miran las estrellas, ni acechan a los vientos ni auscultan los fondos marinos ni los colores del mar. Solo se oyen recuerdos de antaño. Una actividad que ha agonizado desde hace tiempo y que ha muerto a la luz de un sol espléndido. Los peces se fabrican, como en la novela de Aldous Huxley -'Un mundo feliz'- en el 'Centro de Incubación y Condicionamiento'.