Sociedad

EL ERROR DE ASTILLEROS

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La provincia de Cádiz acuñó hace cuatro años el famoso espíritu del «Delphi somos todos» ante un terremoto laboral que dejó a más de mil familias en la cola del paro. El cierre de la factoría inundó de solidaridad a la Bahía y en un alarde de rabia contenida los gaditanos llegaron a secundar hasta una huelga general en favor del empleo. La protesta echó a miles de personas a la calle en una impresionante manifestación que recorrió de punta a punta la principal avenida de la capital. Los gaditanos soportaron con paciencia protestas, cortes de vías del tren y un debate político estéril que, con el paso de los años, se ha podido comprobar que no ha llevado a ninguna parte. Demasiadas promesas incumplidas y más de 400 millones de euros en saco roto. La Bahía respondió con dignidad y, sobre todo, con resignación. Poco a poco ese espíritu se ha ido diluyendo como un azucarillo, aunque en el fondo de una provincia tan castigada por el paro y la ruina pervive aún aquel mensaje solidario. Hoy, Delphi somos todos, como también somos Visteon, Gadir Solar, Polanco y un largo etcétera de empresas que se han ido al traste por culpa de la maldita crisis. Unas 8.000 en estos tres últimos años, según la patronal de empresarios de Cádiz. Hoy somos todos astilleros, porque toda la Bahía sabe que el futuro de la provincia no se entiende sin la presencia de la industria naval. Hoy somos también Alestis, que pasa por horas bajas debido a la falta de financiación y tampoco es viable el desarrollo de la provincia sin la aportación del sector aeronáutico. La delicada situación que atraviesan los astilleros de Cádiz es idéntica a la que viven cientos de empresas de la provincia, con la diferencia de que la plantilla mantiene, por ahora, su sueldo, algo de lo que no pueden presumir algunos funcionarios de los ayuntamientos de Barbate y La Línea.

El problema de los astilleros es algo común y general, por ello, no es lógica la reacción que han tenido esta semana los trabajadores de la planta de Puerto Real cortando durante dos días el puente Carranza y destrozando el carril reversible. La solidaridad acaba donde empieza el vandalismo. Su protesta incontrolada ha ido demasiado lejos para pedir comprensión, apoyo y solidaridad. Hoy todos tenemos el mismo problema que los trabajadores de los astilleros y no deben olvidar que en esta provincia, con un 36% de tasa de desempleo, hay 60.000 hogares con todos sus miembros en paro. Los sindicatos han cometido un error de bulto permitiendo estas acciones. La imagen de los astilleros en plena guerrilla urbana y arramblando con todo lo que encuentran a su paso, lejos de provocar un sentimiento de apego hacia sus reivindicaciones, generan el más absoluto de los rechazos. Todos somos víctimas de la difícil situación económica.