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La transparencia de la Monarquía

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La Ley de Transparencia, cuyo anteproyecto fue aprobado el viernes por el Gobierno, no afectará a la jefatura del Estado. La decisión del Ejecutivo es acertada, aunque ya se hayan oído voces en contra de esta exclusión. Voces que pescan en el río revuelto de las contrariedades de diversa índole que han afectado últimamente a la monarquía.

Con toda claridad hay que decir que, si se opta como ha optado este país por instituir la institución monárquica, habrá que aceptarla con todos matices de su envergadura poliédrica. En otras palabras, la monarquía contiene elementos irracionales -el fundamental ingrediente hereditario- que no admiten la cartesiana racionalización que algunos pretenden. Walter Bagehot, primer editor de 'The Economist' en el XIX, decía de la corona británica: «El misterio es su vida; no debemos dejar que la luz del día desvele su magia».

La Jefatura del Estado tiene la obligación evidente de cumplir el mandato constitucional, que es bastante explícito, y el resto del ordenamiento jurídico. Además, ha de dar pruebas de sensibilidad hacia el sentir colectivo, rindiendo por ejemplo cuentas del destino de los recursos públicos que utiliza. Pero no parece muy razonable ir más lejos en el control de una institución que, se quiera reconocer o no, es en parte carismática y nutre su simbólica significación de una cierta distancia, de una especie de liderazgo elitista como el que reclamaba para sí el general De Gaulle, quien pensaba que el pastor no puede ser parte del rebaño.

La institución acaba de tener sucesivos tropiezos que la han desgastado, y el desenlace de uno de ellos, el 'caso Urdangarín', pondrá a prueba la solidez de la adhesión de la sociedad civil a la Corona (esta saldrá fortalecida si prevalece la igualdad de todos ante la ley). Pero no se puede hablar una verdadera crisis ya que el monarca ha sabido recomponer la figura con inteligencia. Y la sucesión, muy bien encaminada, no abre dudas ni arroja sombras. Así las cosas, lo deseable es que la Corona regrese al territorio discreto del que nunca debió salir. Sin más corsés institucionales que nada aportarían a su estabilidad.