Osama bin Laden posa junto a su AK 47 al ser entrevistado por un diario paquistaní en noviembre de 2001. :: AFP
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'Osama Bin town' entierra su pasado

Pakistán intenta borrar las huellas de la vida que llevó el líder yihadista desde los atentados del 11-S

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La muerte le sorprendió en el ático y esa noche, como casi todas, compartía lecho con Amal Ahmed al-Sadah, su esposa más joven y la única que ha cooperado con la comisión de investigación paquistaní en los últimos meses antes de ser deportada junto al resto de la familia a Arabia Saudí. Cuando el reloj marcaba las cuatro de la tarde en Washington -once horas menos en Pakistán- el presidente Barack Obama, acompañado de su equipo de confianza, se sentaba ante los monitores de la sala de reuniones que por un día se convirtió en sala de guerra. 23 miembros de las fuerzas especiales (SEAL), un traductor y un perro estaban a punto de matar al hombre que durante una década había burlado al Ejército más poderoso del mundo. Amal resultó herida en una pierna durante el asalto y, como Barack Obama, probablemente también escuchó las excitadas palabras del militar estadounidense que dio el mensaje que toda una nación esperaba desde hacía nueve años, siete meses y 25 días: «Geronimo E.K.I.A» (siglas en inglés de enemigo muerto en acción).

El 'Geronimo' de Washington era el mismo Abu Hamza (padre de Hamza) de Amal, el guerrero santo 27 años mayor que ella con el que tuvo cinco hijos y por quien estaba «dispuesta a llegar al martirio», según confesaron sus padres, que desvelaron con detalle la historia del matrimonio y de la dote de 3.500 euros que en 2000 pagó Osama por su hija, a la que no dudaron en enviar a Afganistán para casarse con el millonario saudí. Aunque Amal era su favorita, Osama vivía con otras dos mujeres en una casa de tres alturas situada en Abbottabad, a apenas 150 kilómetros de Islamabad y a las puertas del considerado como el West Point paquistaní, la academia militar más prestigiosa.

Tras diez años rastreando cada palmo de las montañas del cinturón tribal que une Pakistán y Afganistán, analizando cuevas y senderos intentado dar con su pista, finalmente el líder de Al-Qaida se refugiaba en una casa de campo. Abbottabad no es Tora Bora, montaña donde estaban las míticas cuevas en las que instaló su cuartel general Osama en Afganistán. Las condiciones de vida en la montaña donde el saudí fue visto en público por última vez eran mucho más duras que en esta tranquila población situada a las faldas de las montañas Kakul y escapada elegida por los habitantes de Islamabad cuando tienen ganas de respirar aire puro.

En total unas 28 personas, entre ellas más de una decena de menores, hacían vida en un complejo rodeado por altos muros del que solo salían dos empleados paquistaníes de etnia pastún que hacían las labores de mensajeros y se encargaban de las compras. Los vecinos les conocían como los hermanos Khan, Archad y Tariq, y murieron en la 'operación Geronimo'. En las numerosas entrevistas aparecidas con los vecinos de la zona a lo largo del año repiten que los Khan nunca abrían las puertas de la casa. Incluso si los niños del barrio lanzaban un balón al interior del complejo no se le devolvía, sino que se le pagaban cincuenta rupias para que se comprara otro. Tampoco los menores de la casa tenían relación con el mundo exterior.

Aburrimiento

¿Cómo era el día a día del hombre más buscado de la tierra? Parece que bastante aburrido, según se desprende de las palabras de su viuda que en pequeñas dosis se han ido filtrando a medios paquistaníes como Dawn. A Osama le mataron en su habitación, al lado del cuarto donde tenía su ordenador personal y donde grababa los mensajes de vídeo que luego los hermanos Khan sacaban en discos e iban pasando de mano en mano hasta llegar a personal cualificado que los editaba con imágenes de archivo y los difundía por Internet. Porque Osama, un amante de la radio y «fanático de la BBC», según declaraciones de uno de sus hijos que se recogen en el libro 'Convirtiéndose en Bin Laden', no tenía teléfono, ni conexión a la Red por motivos de seguridad.

Bin Laden grababa varias veces sus discursos, como se pudo ver en las imágenes difundidas por el Pentágono y que no fueron suficientes para que gran parte de la opinión pública creyera la versión oficial sobre la muerte, que consideraron un montaje más de EE UU.