Editorial

Desastrosa locura

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El gran esfuerzo de pedagogía política e institucional que la coalición internacional lleva a cabo en Afganistán sufrió al amanecer del domingo un golpe mortal: un soldado norteamericano mató a 16 civiles inermes, incluidos mujeres y niños, cerca de su base en Kandahar. Es la última expresión de una larga cadena de errores de todas clases, empezando por los célebres daños colaterales en los bombardeos. El grave incidente llega en un ambiente de fuerte tensión tras la muerte de 30 afganos en las manifestaciones provocadas por la quema de varios ejemplares del Corán por manos occidentales y la de seis militares extranjeros por soldados o policías afganos encolerizados y religiosamente motivados. El Parlamento afgano emitió ayer una severísima declaración de condena y sugirió que paralizará la firma del previsto y crucial acuerdo militar de posguerra. Las tropas de la coalición habrán abandonado el país al terminar el año 2014 y su salida deberá hacerse del mejor modo posible y en coordinación con la parte afgana. Lo del domingo no ayuda precisamente y es, además de un grave delito, un gravísimo error.