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«No se puede conseguir la noticia sin ir a los lugares donde se dispara a la gente»

La veterana reportera Marie Colvin nunca abandonó la primera línea de batalla, pese a haber perdido un ojo mientras informaba

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Marie Colvin era una periodista que siempre informaba desde la primera línea de batalla. «No se puede conseguir la noticia sin ir a los lugares donde se dispara a la gente y otros te disparan a ti», sostenía. Pese a ser una reportera consagrada, esta neoyorquina de 55 años que vivía en Londres nunca traicionó sus principios. En las tres décadas que llevaba en 'The Sunday Times' narró los conflictos de Sierra Leona, Timor Oriental, Kosovo y Chechenia, pero sobre todo el mundo árabe.

Durante el último año informó desde el centro de la plaza Tahrir de El Cairo, en agosto fue testigo de la caída de Tripoli y su objetivo ahora era informar en primera persona de la masacre en Homs.

Su viaje hasta la segunda ciudad de Siria había estado acompañado de tiros y granadas. En su última crónica relataba como el conductor de la camioneta en la que viajaba gritaba «¡Allahu Akhar!» (Dios es grande) mientras el Ejército de Bashar el-Asad abría fuego. «Nadie entiende cómo la comunidad internacional está permitiendo que esto ocurra», denunciaba Colvin en la BBC la noche antes de morir.

Los que conocían personalmente a Marie Colvin la describen como una guerrera de otra época que era capaz de arriesgar su salud, su cabeza y su vida por contar lo que sucedía. Se casó tres veces -una de ellas con el corresponsal español Juan Carlos Gumucio-, pero su entrega al reporterismo de guerra no le permitió tener hijos.

La de ayer no era la primera vez que Colvin era víctima de un ataque. Mientras informaba de la guerra en Sri Lanka en 2001, fue alcanzada por la explosión de una granada de mano y perdió su ojo izquierdo. El magnate de la comunicación y dueño de 'The Sunday Times', Rupert Murdoch, envió su avión personal para devolver a casa a una de sus periodistas estrella. No tardó en volver a informar desde la primera línea de los combates. Desde entonces llevaba un parche negro, que demostraba a todo el mundo que era una reportera que nunca se agazapaba.

La droga de la guerra

Junto a Colvin encontró la muerte Remi Ochlik, un adicto a la mismo droga: la información bélica. Este fotógrafo francés pertenecía al grupo de reporteros que acuden «allí donde se juega la historia» y que no tienen miedo en buscar la mejor instantánea.

Cubrió cada uno de las etapas de la 'primavera árabe' y esto le valió el cuarto premio del prestigioso World Press Photo. «Quería llegar lejos, estar cerca de la noticia y vivir plenamente las cosas», afirman sus compañeros. Murió con solo 29 años, pero sus fotos ilustraron 'Le Monde', 'Time', 'Paris Match' y 'The Wall Street Journal'. Además, fundó su propia agencia (IP3-Press) para tener mayor libertad en su trabajo.