LA PARCELITA

DE PADRE A ABUELO

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Hay momentos en los uno se pone a pensar y no encuentra palabras. Hoy, cuando me pongo delante del ordenador para dirigirles estas líneas, es de los días en los que la mente vaga por los espacios siderales para hacerles un comentario pero, las ideas, divagan y divagan sin coger forma. De pronto, como por ensalmo, llega, empiezas a teclear y surge La Parcelita. A veces pienso, cuando me pongo a escribirles, que la mayoría de mis columnitas son el lamento de un ciudadano de a pie al que le han dado la oportunidad de expresar sus ideas y sentimientos. Esto me anima a continuar en la brecha. Hoy no quiero aburrirles, pero deseo transmitirles una experiencia vital que se está produciendo en mi vida. Allá por los años setenta conocí a la que hoy es mi esposa. Después de un noviazgo (como se estilaba en aquella época) y también debido a lo largo de mis estudios universitarios, contrajimos matrimonio. Poco a poco fueron pasando los años y tuvimos la gran suerte de ver el nacimiento de nuestras hijas. Disfrutamos, como padres, de su niñez, adolescencia y madurez. Terminaron sus estudios universitarios y, como es lógico, volaron dejando nuestro nido vacío. Ahora hemos tenido la gran suerte de volver a llenar el nido con el nacimiento de nuestra primera nieta. Nuestra hija mayor ha tenido una niña, Marina. Después de muchos años vuelven a oírse en nuestra casa llantos de bebe, flatitos, se ven pañales y huele a ese olor tan especial que tienen los recién nacidos. Hemos pasado de ser padres a convertirnos en abuelos, qué bonito galardón. Somos unos afortunados. Ahora comenzamos una nueva etapa. Bienvenida, Marina, eres la alegría de tus padres pero, sin duda, la mayor alegría de tus abuelos.