ZARABANDA DE MILLONES

Estamos de enhorabuena: los inflexibles mercados se han mostrado elásticos y nos van a permitir incrementar nuestras deudas. No deja ser una forma de premiar los ajustes que estamos haciendo o más exactamente los que están haciendo a nuestro nombre. El Tesoro, que también sigue llamándose de la misma manera, ha colocado por la escuadra el balón de la deuda pública. Las cifras asustan, pero ya sabemos que el dinero solo les interesa a quienes piensan pagar sus trampas. ¡Cuán largo nos lo fían!, como dijo aquel párroco, embalado en pleno trance oratorio, «eso no lo verán ni nuestros nietos».

Hay que dar saltos de júbilo, aunque sabemos que es inalcanzable el acuerdo. Tiene mucho mérito colocar los 20.000 millones de euros en deuda. Es el doble de lo previsto y además con menos coste del que se estaba viendo venir. Además, el estricto Gobierno de Rajoy no va a permitir que ninguna autonomía quiebre, lo que de ningún modo debe interpretarse como que sigan funcionando todas de la misma manera. Los bonos basura no pueden convertirse en moneda nacional, ya que aunque vayan de mano en mano, nadie se los queda.

A todos los que nos provoca un cierto repeluzno cualquier cantidad que exceda de las 100.000 pesetas antiguas, a las que por aquel entonces llamábamos respetuosamente «veinte mil duros», nos aturden los guarismos actuales. Hay que ser muy ricos para deber tanto dinero. A los pobres, por muy honrados que sean, nadie les presta nada, ni siquiera atención.

En cambio, al señor Fainé, presidente de la Caixa, al que quiere escuchar es el magistrado José Castro, para que le explique las cuentas en el extranjero del duque de Palma, que ha hecho en una corta temporada más republicanos que Pablo Iglesias y Manuel Azaña juntos. Claro que el dinero ya no es lo que era. Al expresidente Zapatero le ofrece Planeta 700.000 euros por un libro de memorias. Más de lo que ganaron todos los de la generación del 27. Por muy bien que pague a sus negros será para él un buen negocio.