Economia

La culminación de un control humillante

ATENAS. Actualizado: Guardar
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Berlusconi ha divagado tanto sobre los deberes que le han puesto que al final le han puesto un tutor como a un escolar indisciplinado. Este mes llegarán a Italia los inspectores del Fondo Monetario Internacional (FMI), un paso inédito, y nadie se engaña sobre su significado. Solo Berlusconi, que ayer vendía su mundo en tecnicolor. Para él se trata solo de «una certificación de balance», y la especulación contra Italia es «una moda pasajera». En Cannes calificó la crisis de invención de la prensa, porque «los restaurantes en Italia están llenos», y echó la culpa de todo al Ejecutivo de centro-izquierda que aprobó un cambio inadecuado entre lira y euro. El Gobierno italiano negó toda la mañana la decisión, que limitó a una mera petición de «consejos», y luego intentó presentarla al revés: como una garantía de que está cumpliendo. Para evitar toda imagen de imposición externa se insistió en que había sido a petición de Italia. La verdad es que Berlusconi lleva diez años anunciando lo que prometió a la UE la semana pasada -reforma de las pensiones, del mercado laboral, liberalizaciones, privatizaciones- y ahora el FMI le vigilará, con informes cada tres meses, para asegurarse de que no farolea.

Es una «monitorización», lo arrancado a Berlusconi, que según la prensa italiana se negaba a aceptar una línea de crédito de 44.000 millones. En su óptica triunfalista hubiera sido aceptar un fracaso. El desembarco del FMI culmina un proceso de estrecho marcaje exterior, que empezó con la polémica carta secreta que el BCE mandó al Gobierno en agosto.