Editorial

Reconstruir Libia

Los vencedores deben actuar con altura de miras, sabiéndose observados por el mundo

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La realidad sobre el terreno -el hecho de que el coronel Gadafi esté en paradero desconocido, difunda mensajes de voz por televisión y sus fieles resistan en Sirte y otros lugares menores- no cambió el calendario de la magna conferencia que reunió en París a una gran mayoría de países y algunas instancias, la ONU en cabeza, dispuestos a apoyar resueltamente la reconstrucción material, pero también política e institucional de Libia. El hecho mismo de que el Grupo de Contacto, creado para gestionar la intervención militar y coordinar la gestión diplomática del conflicto, se haya ampliado hasta formar un amplio grupo de «amigos de Libia» confirma el extendido apoyo que recibe el esfuerzo, mucho mayor que el que suscitó la operación al principio. Aunque autorizada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Moscú y Pekín, pero también alemanes o turcos, expresaron serias reservas en su día. Los dos líderes más conocidos de la rebelión, el presidente del Consejo de Transición, Mustafá Abdul Jalil, y el primer ministro, Mahmud Jibril, han presentado en la reunión una hoja de ruta con indicaciones precisas sobre el recorrido político e institucional que ellos prevén para su país: elecciones libres bajo escrutinio internacional, parlamento elegido, régimen democrático, economía abierta. Algún déficit de autoridad en el liderazgo y un cierto desorden en las filas rebeldes oscurecen un poco la viabilidad del proyecto y se expresan algunos temores, tal vez prematuros, sobre eventuales derivas islamistas salafistas. Los vencedores deberán cerrar filas y actuar con altura de miras, sabiéndose observados por el mundo entero. Y los occidentales que tomaron la decisión valerosa -y juiciosa, a fin de cuentas- de apoyar la revuelta social, evitar errores del tipo de los cometidos por Washington en Irak en el primer año de posguerra. Una cooperación sincera entre ambas partes y, de entrada, la segura asistencia económica y financiera occidental son hoy el mejor camino para culminar la fantástica aventura democrática abierta por la intervención occidental el 19 de marzo.