Editorial

Murdoch se defiende

La labor judicial y el público británico serán los que dicten la última palabra en el caso

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La sesión de ayer en el Parlamento británico (los Murdoch, el padre Rupert y el hijo-heredero James y su exmano derecha en el Reino Unido, Rebekah Brooks, convocados por el Comité de medios de comunicación) fue ante todo un excelente ejercicio democrático, pues cumplió con la intensa exigencia popular de explicaciones sobre el escándalo de las escuchas telefónicas clandestinas de 'The News of the World'. Pero ahí terminó su importancia real desde la valoración de su eficacia política. A fin de cuentas, solo la reabierta encuesta judicial y el reproche social que el público haga al imperio Murdoch, si es que le hace alguno, dirán la última palabra en la dimensión británica del asunto. En realidad, a los editores les convenía la sesión porque, como se esperaba, los Murdoch, bien instruidos por sus abogados, tras reiterar que ellos nada sabían de los procedimientos empleados por algunos de sus periodistas en el tabloide sensacionalista ahora cerrado y condenarlos sin vacilación, la utilizaron a fondo para mostrarse humildes y entristecidos. Rupert Murdoch aprovechó incluso su presencia allí para, cuando la sesión ya había concluido, cerrarla de hecho con la lectura de una declaración en su descargo, lo que el presidente del comité no debió permitir de ninguna manera. En un terreno práctico la interesante y pedagógica reunión no es de gran utilidad, pero traduce muy bien la fuerte preocupación que ha suscitado el escándalo y, sobre todo, su relieve universal, a la altura del imperio mediático sin precedentes que ha conseguido poner en pie el magnate australiano-americano. Muy favorecido por ciertas innovaciones legislativas en los dos cuatrienios de George Bush, pudo sobrepasar los antiguos límites legales a la propiedad de medios de información y convertirse en un factor insoslayable en la creación de opinión de los Estados Unidos. Y allí, en EE UU, es donde Murdoch está más amenazado: si el FBI, que ha abierto una investigación, confirma que se ha cometido el peor de los pecados (grabar furtivamente a familiares de víctimas del 11-S) sí que el imperio Murdoch estará ciertamente en peligro.