Un operario limpia los alrededores de un autobús dañado por un ataque de la OTAN, en Tripoli, según el régimen. :: IVAN SEKRETAREV / AP
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La OTAN se queda corta de bombas

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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La misión en Libia se le está haciendo cada vez más cuesta arriba a la OTAN. Aunque en las últimas semanas los rebeldes han logrado algunos avances significativos, la Alianza arrastra sus propios problemas internos desde que se puso al frente de la misión a finales de marzo. El contratiempo más reciente es que los ocho países involucrados en los ataques aéreos están más que justos de bombas. El organismo militar ha tenido que enviar una solicitud a todos los socios para que revisen sus arsenales antes de que las estrecheces armamentísticas vayan a peor.

Las últimas dificultades de la OTAN se conocieron ayer de forma indirecta. La revista germana 'Der Spiegel' informó de que el Gobierno de Angela Merkel había acordado entregar a sus aliados misiles y componentes de bombas para la misión en Libia. Berlín, la única potencia europea que no participa en la operación, optó por colaborar con sus socios después de recibir la petición de armamento de la Alianza. Algunos analistas lo interpretan como un gesto para acallar las críticas por su negativa a respaldar la intervención, pero la decisión dejó en evidencia las limitaciones de los arsenales del Viejo Continente.

La OTAN, liderada en esta operación por Francia y Reino Unido, alcanzó el lunes los 100 días de bombardeos sobre Libia. Salvo durante los ataques iniciales, EE UU renunció a comandar la misión por el excesivo peso de sus intervenciones en Afganistán e Irak. Ante esta situación, París y Londres se encontraron al frente de una pequeña coalición de ocho países que ha clamado en varias ocasiones por más ayuda. Según los últimos datos de la Alianza, ya rozan las 5.000 incursiones y la caída de Muamar el Gadafi no parece demasiado próxima.

Francia y Reino Unido se toparon con los primeros problemas de armamento menos de un mes después de que arrancara la intervención. Los bombas guiadas por láser empezaron a escasear en Europa y los aliados miraron a EE UU, pero en muchas casos los proyectiles norteamericanos no servían porque utilizan cazas diferentes. Desde entonces, la falta de stock en los arsenales se mantuvo presente hasta que hace poco más de dos semanas se conoció que Dinamarca carecía de misiles para sus F-16. Copenhague, que contribuye a la misión con seis aviones, restó importancia a la situación y pidió los repuestos necesarios a Holanda.

Pese a la relativa naturalidad con la que han afrontado las estrecheces los gobiernos europeos, EE UU empieza a cansarse de la falta de operatividad de la OTAN. En su última cumbre aliada como secretario de Defensa, Robert Gates criticó abiertamente a cinco países -España, Alemania, Holanda, Polonia y Turquía- por su insuficiente aportación a la misión en Libia. «Estoy seguro de que los países más implicados en la operación podrán aguantar, pero la cuestión es cómo de doloroso puede ser si otros socios con las capacidades necesarias no dan un paso adelante», subrayó en el encuentro celebrado a principios de junio.

Potencia limitada

Gates, que se jubila próximamente, pronunció un discurso en Bruselas tras la cita de los 28 países aliados. El jefe del Pentágono censuró el escaso gasto militar de numerosos socios que se aprovechan de la inversión que realiza EE UU. «Algunos países desean pagar el precio y cargar con el peso de sus compromisos mientras que otros disfrutan de los beneficios de pertenecer a la OTAN, pero no quieren compartir los riesgos y los costes», remarcó. Con este panorama, abogó por abrir una profunda reflexión para que la «alianza más poderosa de la historia» no caiga en la irrelevancia.

Los rebeldes libios también han cargado en varias ocasiones contra la limitada potencia de fuego de la OTAN. Los opositores confiaban en avanzar rápidamente hasta Trípoli con cobertura aérea, pero tres meses después Gadafi se aferra a su sillón. La Alianza se ha concentrado ahora en mantener estable el frente del este, que divide el país prácticamente por la mitad. Mientras tanto, las fuerzas antigadafistas empiezan a hacerse fuertes en sus bastiones del oeste como Misurata. Incluso, se han situado a apenas 80 kilómetros de la capital tras doblegar al enemigo en una recóndita zona montañosa próxima a Túnez.