Editorial

Siria: propuesta tardía

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Si el presidente Bashar al-Assad hubiera anunciado hace un par de meses lo que ayer dijo, tal vez habría servido para encarrilar un proceso de apaciguamiento social y tono democratizador. Fuera de contexto el mensaje tuvo todo lo necesario para abordar la crisis vigente, pero tras matar a unas 1.200 personas, en su gran mayoría civiles desarmados, tal vez no sirva. En puridad, la promesa de libertad de partidos, nueva ley electoral y de prensa e incluso la amnistía ya habían sido comprometidas en el segundo discurso. Parecieron promesas vagas entonces y, sobre todo, incompatibles con una sistemática y cruel represión. Lo de ayer tenía, y aún tiene, el interés adicional de que no está claro si se envía una señal a los islamistas de que militar en los Hermanos Musulmanes no merecerá, como ahora, la pena de muerte. Esa es una línea roja para el régimen, pero si funcionó algún día, ya no sirve hoy y la primavera árabe lo confirma: se excluye la violencia, no el islam político, que está ahí y para quedarse. Es tarde para creer la propuesta de una conferencia política nacional en julio. Pero es la oposición siria la que debe decidir si queda espacio para una negociación pacificadora. No lo parece.