MILENIO

DESDE ANDALUCÍA HASTA ISLANDIA

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Este país nuestro es, fundamentalmente, literario. Llegó a tener en su nómina pública al doctor en Economía Abril Martorell, una especie de 'alter ego' del desventurado e inolvidable presidente Adolfo Suárez. Su muerte provocó lágrimas de pesar del rojo Alfonso Guerra, un perfil, de compleja aproximación, entre Heráclito y el liberal Fraga, tan legal como explosivo, extraña figura que a veces, de tarde en tarde, ofrece la asfixiante derecha española.

Pero sobre todo, esta patria nuestra produjo en un ámbito de convivencia de los represaliados de la guerra civil al letrado y líder político socialista, Felipe González. La llamada Unión Europea lo cortejó para sentarlo en la presidencia, pero sus admirados amigos continentales ya la habían palmado; nos referimos a Adenauer, al imponente Charles De Gaulle, al 'tiffosi' Sandro Pertini, y el socialista Mario Soares, único superviviente de la nómina. La última vez que vimos a González fue en la ciudad mexicana de Guadalajara, muy bien acompañado, por cierto.

A lo que íbamos. Salvo pruebas en contra, desde Andalucía hasta Islandia es necesario poner anuncios en los medios de comunicación, para encontrar a un líder con capacidades suficientes para liderar a este cansado continente que se está dejando jirones griegos y portugueses en esta crisis mundial provocada por menos de una docena de banqueros y financieros forrados como osos polares. Y no hay forma de meterles mano.

En realidad, a los andaluces siempre nos quedará el refugio de Doñana o los atardeceres de la Alhambra de Granada, más las huellas árabes de Córdoba, entre otras maravillas que nos donó la historia. Esa decir, tenemos posibilidades, cuando menos, para ser cronistas de los penosos vaivenes que nos pueda tener guardados la historia inminente. Pero tanta belleza es alimento únicamente para el espíritu, y lo que necesitamos materialmente es despejar todas las amenazas que nos acechan.

Así las cosas, solo nos queda madurar en esta quiniela de la vida el último signo pendiente de rellenar ante un cercano futuro que nos observa ominosamente.