Segundo rescate

Las reformas en Grecia están tomando más tiempo del que los mercados financieros están dispuestos a aceptar y el Gobierno heleno no tiene dinero para pagar los altos intereses de la deuda acumulada. Ante esta perspectiva, los principales Gobiernos de la zona euro no tienen más remedio que improvisar otra medida de urgencia para acudir de nuevo en socorro de los griegos. Tras la reunion secreta en Luxemburgo el viernes pasado de varios miembros del euro, encabezados por Francia y Alemania, todo indica que Grecia recibirá dinero extra y una suavización de las condiciones del préstamo a cambio de intensificar sus reformas. Las dos medidas que se han excluido por ahora -la salida del euro del país con problemas o la reestructuración de su deuda- pueden volver en cualquier momento a la mesa de negociaciones, porque lo que se ha pactado es extender la solidaridad europea mientras no cueste mucho más. Claramente, el rescate griego no funciona bien y al rescate irlandés y al proyectado portugués les puede pasar lo mismo. Por un lado, es justo que Alemania prefiera que sus bancos, que no están en la mejor situación, recuperen la inversion en deuda pública de estos países. Pero por otro, es muy difícil imponer con éxito las reformas necesarias para lograr la austeridad exigida. Y la consecuencia no deseada de este dictado europeo es a corto plazo el no crecimiento del país rescatado, con unos costes sociales muy altos en forma de desempleo masivo y un populismo en alza, por cierto, también presente en los países rescatadores. En algún momento la pregunta sobre la reestructuración de la deuda griega no será percibida de modo tan amenazador como ocurre ahora. Entonces la Unión puede decidir experimentar con su primera quita en un país del euro, en busca de introducir mayor flexibilidad en el sistema y cortar la especulación contra el euro, que no cesa en las condiciones actuales de financiación continuada y, por ahora asumible, de Grecia.