Miles de peregrinos desfilaron ante el féretro de Juan Pablo II en el altar de la basílica de San Pedro. :: AFP
Sociedad

«Hemos dormido debajo de una pantalla»

Muchos españoles hicieron noche a la intemperie junto a la plaza de San Pedro para ocupar los mejores sitios

ROMA. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los polacos fueron mayoría, pero los españoles también se hicieron notar en Roma. Ataviados con banderas y camisetas de la Roja, su presencia no pasó inadvertida dentro de la multitud que inundó el Vaticano y buena parte de sus alrededores. Muchos de ellos, sin embargo, se tuvieron que conformar con seguir la beatificación por la radio porque resultaba imposible acercarse a una de las 14 pantallas gigantes instaladas por la Iglesia.

Un grupo de jóvenes madrileños procedentes de la parroquia de Santa Catalina Labouré escaparon resignados de la masa de gente que había tomado el Vaticano. «Hemos dormido debajo de una pantalla, pero nos hemos marchado porque era imposible aguantar tanta aglomeración», lamentaba uno de ellos. Algunos no podían reprimir un gesto de frustración después del interminable viaje en autobús que habían realizado. «Es una pena, pero lo volveríamos a repetir», agregaban antes de subrayar que Juan Pablo II «era el Papa de los jóvenes». Anoche se ponían de nuevo en carretera para iniciar la vuelta a casa.

Los Noblejas realizaron el viaje en avión, pero también se quedaron con cierto regusto amargo por no haber podido acercarse más a la plaza San Pedro. «Encima yo ando un poco fastidiado», comentaba el cabeza de familia al levantarse de una pequeña silla portátil casi imprescindible para asistir a celebraciones como la de ayer. «Estuvimos aquí el último día que Juan Pablo II se asomó al balcón. Desde que se anunció su beatificación, teníamos claro que había que volver», explicaba. Y eso que odia las aglomeraciones. «Si no fuera por él, no hubiera venido a nada parecido ni por todo el dinero del mundo».

Hasta en barco

Cuatro amigas de Madrid seguían la liturgia perfectamente pertrechadas. Sólo les faltaba la banderita de recuerdo que instantes después compraron a uno de los vendedores ambulantes -había decenas- por un euro como «último precio». «Yo creo que es la octava vez que vengo a Roma, pero también he estado en Cracovia y otros lugares siguiendo al Papa», aclaraba una de ellas con la enseña española y la vaticana a la espalda. «Para mí ya es un santo increíble. Me hace sentir un gozo especial y es una verdadera ayuda espiritual», indicaba pensando ya en la audiencia del miércoles de Benedicto XVI, a la que tenían previsto asistir.

Los españoles llegaron a Roma hasta en barco. El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, organizó un puente marítimo desde Barcelona que desplazó a 600 fieles de toda España. No fue el único buque que realizó el trayecto porque otra embarcación zarpó también desde Valencia. Las complicaciones para encontrar alojamiento estos días y los elevados precios han llevado a muchos españoles a buscar alternativas de transporte para no tener que hacer noche en la capital italiana.