Visita institucional al castillo de San Sebastián en 2008. :: A. VÁZQUEZ
Jerez

La convocatoria electoral que dará paso al alcalde del Bicentenario

Teófila Martínez nunca ocultó su ilusión por tener el bastón de mando cuando culminaran los largos preparativos del Doce

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Durante toda la primera década del siglo XXI, la ciudad de Cádiz ha vivido tras una zanahoria del color de la ilusión. El Bicentenario de la Constitución de 1812 fue, primero, un evento difícil de explicar, de carácter histórico, político y académico. Pero sus promotores, a base de insistencia, consiguieron trasladarlo a la mayoría de la población con una traducción popular pero esperanzadora. Sería el gran evento de la ciudad que sirviera como excusa para construir equipamientos e infraestructuras. Sería, a pequeña escala, la Expo 92, los juegos olímpicos o del Mediterráneo que tuvieran Sevilla, Barcelona o Almería. Era una frontera temporal para ponerle fecha tope a muchos anhelos: AVE, espléndidos equipamientos culturales, exposiciones fastuosas, conciertos inolvidables, segundo puente, hospital nuevo, estadio reluciente, infravivienda olvidada...

Cuando faltan meses para la fecha clave y ya no valen paños calientes, aquella ilusión popular que costó provocar se ha diluido incluso antes de nacer. La mitad de los proyectos no estarán. Otros llegarán tarde y respecto a los restantes ha cundido la sensación de que eran necesarios en cualquier caso, que «no son del Doce».

Uno de los ciudadanos encuestados, Daniel Torres, resume la desconfianza del efecto del Bicentenario en la ciudad: «Lo están pintando muy bonito, pero ya no hay ni presupuesto. Pasará... Y como si nada». El resto de los que contestan, en el mejor de los casos, afirman que «no será lo que los gaditanos esperábamos». Que no se sabe muy bien lo que era pero no será.

Teófila Martínez ha declarado reiteradamente que le ilusiona «ser la alcaldesa del Cádiz de 2012», como lógica culminación a un proyecto en el que, al margen del resultado, ha trabajado con una fe solo equiparable a la de unos contados, y ya apartados, miembros de las administraciones autonómica y central.

A un mes de las elecciones locales y a poco más de medio año del inicio del Doce, ya no resulta tan apetecible ser el alcalde de Cádiz en esa fecha histórica y subrayada hace lustros. El resultado final será mucho menos de lo que esperaban los menos optimistas. O eso piensa la mayoría de la gente en la calle. El simbólico alcalde del Doce quizás no sea tan recordado. Ojalá lo sea, ya puestos, por lo que haga después.