Editorial

Consenso frente a Gadafi

La razón de Estado hizo posible un aval casi unánime a favor de la intervención militar

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El pleno del Congreso avaló ayer casi unánimemente -por 336 votos a favor, tres en contra (BNG e IU) y una abstención- la participación española en la coalición internacional que insta al Gobierno libio a cumplir la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, que, aunque considerablemente ambigua, persigue el noble objetivo de preservar la vida de quienes se han alzado legítimamente contra el autócrata. El debate fue pacífico y constructivo, probablemente porque los partidos eran conscientes de que estaba en juego una cuestión de Estado. Ni Rodríguez Zapatero quiso forzar la polémica con odiosas comparaciones ni el Partido Popular explotó la manifiesta debilidad argumental y personal del jefe del Ejecutivo en un asunto en que se dirime nada menos que la estabilidad del Mediterráneo, que es también la nuestra. De cualquier modo, quedaron de manifiesto las dudas que suscita el imperfecto mandato de Naciones Unidas, demasiado cauteloso al pretender inmovilizar al régimen dictatorial aunque no necesariamente derrocar al dictador. Lo llevaba bien aprendido Zapatero: «La resolución no pretende ni permite la expulsión de Gadafi. Su objetivo es advertirle de que deje de usar las armas contra su pueblo». Fácil de decir y difícil de hacer. A babor del PSOE, IU mantuvo agónicamente la llama pacifista, poco sostenible en esta ocasión pero potencialmente rentable en las urnas. Llamazares aprovechó su oportunidad para tratar de atraerse el voto desengañado con el viraje reformista del Gobierno socialista. La ironía lanzada por el dirigente de IU: «¡Quién le ha visto y quien le ve!» descoloca a Zapatero frente a su electorado más a la izquierda, que ve cómo tras arriar la bandera de las políticas sociales suscribe ahora una declaración de guerra, sin duda justa pero guerra de hecho. El acuerdo en la ONU se adoptó de forma tardía y su aplicación sobre el terreno adolece de algunos desajustes, propios en su mayoría del carácter multinacional de una compleja operación militar. Sin embargo, caben pocas dudas de que la intervención era necesaria si no se quería que Gadafi culminara su victoria con una sangrienta represión en medio de la pasividad cómplice y vergonzante de la comunidad internacional.