Plaza de San Félix, con las casas-palacio de Estopiñán y de la Contaduría al fondo. :: B. POZUELO
EXTERIORES ROBADOS

PLAZA DE SAN FÉLIX

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Ningún lugar en Cádiz retiene nuestros Siglos de Oro como la Plaza de San Félix. En su empedrado podemos oír desde los pasos de algún ilustre poeta desterrado de la villa y corte esperando a embarcar en la Gran Armada, hasta la hueste incendiaria de Essex; en el dintel de la casa de Estopiñán aflora la resolución del estamento que gobernó en Milán y en las cortes birreinales; la puerta de la Contaduría Eclesiástica enmarca el bullicio de los oficiales dedicados a asentar los diezmos de viñedos, trigales, dehesas.

Confluye en el lugar, como en nuestros siglos áureos, la gloria nobiliaria con la cultura del pueblo; sobrevive aquélla en la contemplativa gravedad de los dos palacios, en la rotundidad monumental del pretil, en la dimensión sin rival de la puerta del templo; ésta, en ese pavimento formado de piedras desiguales, aparejado sobre las líneas trazadas por un solador del lugar.

Sin duda el alma de la plaza está en el empedrado. Ojalá no corra la suerte de otros similares que han sido reemplazados (así en Plocia, así frente a Santo Domingo); ojalá el paseante siga siendo asaltado por los Siglos de Oro cuando sus pasos lo traen a esta plaza magnética.