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Un cuarteto para la historia

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Venían de una guerra que habían ganado sus mayores con sangre, sudor y lágrimas, y se encontraban delante con un mundo que se acomodaba en la victoria y en eso que suele acompañar a los vencedores después de haber sobrevivido: la complacencia.

Eran hijos de clase media o directamente de clase baja, sin madre uno, sin padre el otro, los raritos del instituto, los niños de los muelles, los que escuchaban músicas extrañas y querían hacerla a su modo, imitando a sus ídolos del otro lado del charco. Hace justo cincuenta años Los Beatles daban sus primeros conciertos en aquel antro de jazz y humo cuyo nombre lo dice todo, La Cueva, donde eran tan mal vistos por sus pelos largos, sus chaquetas todavía de cuero y sus pantalones vaqueros como por la música que hacían, el rock and roll que incluso el jazz, tan mal visto a su vez en otros círculos, despreciaba de tal modo que durante meses, desde aquel lejano febrero de 1961, solo pudieron tocar en sesiones de mañana.

Se enfrentaron al mundo y lo convirtieron con su sola presencia. Estaban en el sitio justo y en el momento adecuado, y se convirtieron en leyenda, eso que hasta entonces sólo habíamos visto en el cine y en las películas y que, gracias a ellos, se trasladó desde entonces al mundo de la música. Fueron durante un tiempo juguete de la industria (John Lennon tuvo que ocultar a sus fans que estaba casado), se dejaron a un miembro por el camino y tuvieron que improvisar un batería feo y simpático que todavía no se las apañaba bien con las baquetas, pero en los pocos años que estuvieron juntos (y recordemos que no llegaron a una década), no olvidaron sus raíces, supieron socavar el establishment, sofocar a los mayores y llevarse de calle a los jóvenes ("Los del gallinero pueden aplaudir, los de los palcos basta con que hagan sonar sus joyas"). Descubrieron el cambio acelerado de aquella época de cambio continuo, juguetearon con las drogas y con la filosofía oriental, no olvidaron su compromiso y descubrieron que podían cantar a la paz y recaudar dinero para Bangladesh.

Medio siglo y dos de ellos ya no están con nosotros. Fueron abanderados de muchas más cosas que un mero sonido: fueron la voz de la protesta, del sitio que los jóvenes querían ocupar en la sociedad de su momento. Fueron los primeros y hoy, cincuenta años más tarde, se les menciona de tapadillo en las clases de música, porque pertenecen al sistema y a la historia y se le ve muy lejanos en el tiempo: la característica de nuestro ahora es la ignorancia de nuestros cimientos. Fueron el mito principal de una generación que era consciente de sí misma. Me pregunto dónde están sus equivalentes hoy en día, cuando sigue haciendo falta cambiar tantas cosas.