Madrileño, de 36 años. A los 14 sufrió un accidente en el Instituto por el que se rompió las piernas y empezó a engordar. Vive con su pareja. Pesa 120 kilos pero llegó hasta los 170. Operación. Asfixia, llagas en los tobillos y otras dificultades le convencieron de que tenía que operarse. Lleva un flotador, una especie de brida, en el estómago.
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«Vivo de mi labia, no de mi cuerpo»

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OBESIDAD

David Rojo no tiene pelos en la lengua. «Vivo de mi labia, no de mi cuerpo», que pesa 120 kilos. De profesión comercial, todo hay que decirlo. Cuando hace unos años alcanzó los 170 kilos y empezó a sufrir incomodidades, como la de no caber en el asiento de los aviones, decidió operarse. Sin embargo, no fueron los complejos los que le condujeron al quirófano, sino las consecuencias de la obesidad: úlceras en los tobillos, varices, problemas de circulación o sudores. Empezó a engordar tras partirse las piernas en el instituto y estar postrado en cama seis meses. La báscula empezó a dispararse, hasta que hace unos años le practicaron un 'banding gástrico' y le colocaron una especie de brida en el estómago. Bajó hasta los cien kilos, con la mala suerte de que un trauma cerebral le obligó a abrir de nuevo el 'banding' para digerir las pastillas. Ganó otros 20. Ahora ha vuelto a cerrarse ese singular flotador. A David, excampeón de España de dardos electrónicos, no le gusta hablar de discriminación. «El empresario puede exigir una buena presencia a los empleados, y que te diga que por muy gordo que seas no lleves a trabajar el traje de tu abuelo. Otra cosa es que los obesos se automarginen». David vende cursos gratuitos para formación de empleados. Los tiempos le favorecen. «De momento», apostilla.