Nace en Gijón. 19 años. El síndrome de Tourette se lo detectaron a los 8 años. Muchos gestos con brazos y piernas y tics que no podía controlar. Los compañeros de clase se reían y los profesores pensaban que solo quería llamar la atención. Sufrió un verdadero calvario. Investigación. Cursa 2º de Bachillerato. Estudiará Psicología y se especializará en su enfermedad «para ayudar a los niños que la padecen».
Sociedad

«Esperaban a que repitiera cualquier gesto para reírse»

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«Muchos profesores no son conscientes de la enfermedad». Es el lamento de Adriana Carnero, joven gijonense de 19 años que ha padecido en sus carnes la ignorancia de los docentes y la burla de los compañeros de aula. Un psicólogo le detectó la enfermedad llamada el 'síndrome de Tourette': trastorno neurológico que se manifiesta en repetidos tics difícilmente controlables y asociados a obsesiones compulsivas. «Tenía tics leves que me asociaban con manías. Agitaba la cabeza y brazos y hacía movimientos bruscos y rápidos que no podía controlar». Sufrió un tremendo acoso escolar. Hubo profesores que creían que solo pretendía llamar la atención y compañeros que esperaban a que repitiera cualquier gesto para reírse. «Lo pasé muy mal, pero bueno, eran unos 'guajes'», dice en tono condescendiente. Adriana piensa que ahora se detecta antes la enfermedad y que el profesorado la conoce mejor, pero nadie le quita los años en los que cada día llegaba a casa llorando con ganas de no volver al colegio, lo que influyó en sus estudios. Hasta los 16 años los especialistas no hallaron la medicación conveniente. Ahora se controla, ya no se lava las manos cada diez minutos con jabón por tocar cualquier objeto del exterior, ni comprueba si ha cerrado la puerta cada poco tiempo. «Al madurar he aprendido a controlar. Ya no me importa tanto lo que piense la gente, cuento con el apoyo de mi familia y de mis amigos», relata con calma, sabiendo que es una enfermedad crónica.