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Tendremos que estudiar mucho para aprobar la asignatura económica que nos han cateado en Europa, no sin antes suspenderla aquí. Para esas fechas sabremos cuáles han sido las cajas de ahorro más destempladas y las que se han mantenido a pesar de los asaltos políticos en un prudente equilibrio. Los buenos estados de salud no suelen presagiar nada bueno, ya que quienes los gozan son enfermos que se ignoran. Nueve meses va a ser el parto de los Montes de Piedad, que es como se llamaban antiguamente, cuando la piedad, más o menos enmascarada, existía. Ahora se ha transformado en contabilidad y urge la necesidad de recapitalización. La ministra Elena Salgado ha hecho números y cifra las necesidades en cerca de 20.000 millones de euros.

Bruselas ha medito a España en un correccional. Nos hemos portado muy mal con nosotros y ahora debemos ser nuestros propios dómines. Las letras de cambio con sangre entran y hemos puesto muy alto el listón de las fusiones. Tan alto que no se los salta un galgo y mucho menos un perro viejo de la banca. ¿Cómo será eso que ahora llaman nacionalización? No hace falta ser alguien que peina canas, ni siquiera es estrictamente necesario ser calvo, para no fiarse un pelo.

Cuando citábamos a Bertolt Brecht éramos más jóvenes y nos gustaba que dijese eso de que «sólo hay algo más grave que asaltar un banco: fundar un banco». Ahora nos hemos dado cuenta de que hay algo peor: tener que ayudarle a los bancos para que puedan seguir prestándonos dinero. Se dio cuenta, allá por los años cincuenta, de que las crisis se producen cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. En ese momento histórico, más bien histérico, nos encontramos. Hay que socorrer a los prestamistas para que pasado el verano puedan seguir esquilmándonos. En caso contrario falla el sistema.