Cientos de personas acompañaron a la familia en la despedida de María Esther. :: JAVIER FERNÁNDEZ
Ciudadanos

Todo un pueblo contra la injusticia

El municipio se echa a la calle para mostrar su dolor e impotencia ante lo ocurrido y despide entre aplausos y lágrimas a la pequeña Casi un millar de vecinos abarrotan la iglesia y el cementerio de Paterna

PATERNA. Actualizado: Guardar
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Una mirada perdida, un puño cerrado con fuerza y una lágrima que resulta imposible de retener. Son tres simples gestos, pero en Paterna escondían un profundo significado. La desolación de no encontrar ninguna explicación a lo ocurrido, la impotencia porque no se pudo hacer nada para evitarlo y la tristeza de haber perdido a una persona querida. Por ello, en todas las cabezas de los vecinos de Paterna había una pregunta y un ruego. La primera es consecuencia de la incomprensión, «¿por qué?» En caso del segundo, se exigía que se haga justicia.

Se recordaba la atrocidad que se ha cebado con María Esther Jiménez, a la que le arrancaron la vida con tan solo 13 años. Nada de lo que se haga podrá compensar esa pérdida, nada le devolverá la vida. Ese dolor era el que se respiraba ayer en Paterna. Un pueblo que no dudó en echarse a la calle a pesar del frío, del viento y de la lluvia, para despedir a María Esther, cuyo cadáver fue encontrado el pasado jueves en el interior de la depuradora de una piscina en Arriate (Málaga) con claros signos de violencia.

Antes de las once de la mañana, salió el féretro de la Casa de la Cultura de la pequeña localidad portado a hombros de sus familiares, que se habían pasado la madrugada anterior velando el cuerpo. Aunque en ningún momento estuvieron solos, ya que fueron arropados por vecinos y amigos.

Los mismos que abarrotaron la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Hiniesta. De hecho, acudieron en torno a un millar de personas y la mayoría tuvo que quedarse fuera ante la imposibilidad de entrar para escuchar una misa fúnebre que se prolongó durante una media hora. «Es un asesinato muy malo y ese criminal no debería ni de haber nacido». En el exterior, en el que también se quedaron los alcaldes de Paterna, José María Barrera, y el de Alcalá, Arsenio Cordero, junto al subdelegado del Gobierno en Cádiz, Gabriel Almagro, las conversaciones versaban sobre un único tema y había incluso quien se aventuraba a realizar hipótesis sobre lo ocurrido.

Repasaban los detalles con esmero y compartían las últimas noticias que giraban en torno a la investigación y que habían escuchado en los medios de comunicación. Todos compadecían a la familia. El Consistorio quiso participar de la comprensión de sus vecinos y está estudiando diferentes tipos de ayuda tanto económicas como psicológica con las que poder atender las necesidades de los familiares.

Pasadas las once y media salían sus miembros de la pequeña parroquia portando una decena de coronas y ramos de flores. Detrás, el féretro, que fue recibido en esta ocasión con un caluroso y emotivo aplauso en el que se reflejó la consternación de todo un pueblo, hundido por la noticia. «Aquí nos conocemos todos, esto es como una gran familia y el sufrimiento de uno es el sufrimiento del otro, sobre todo en una cosa así», decía un vecino.

El último adiós

Nuevamente, el ataúd, que contenía los restos de la pequeña, fue transportado a hombros desde la iglesia hasta el Camposanto. Un camino marcado por el silencio, que al igual que el frío, calaba hasta los huesos para evidenciar el dolor. Los sollozos y lamentos de los familiares era lo único que escuchaba en la comitiva de personas que seguía al féretro. Una marea humana que bajó por la cuesta de la entrada del cementerio para volver a estallar en un aplauso cuando el cuerpo se perdió de vista al entrar al lugar donde descansará para siempre.

El último adiós. Los familiares adornaron el lugar con todas las flores, que llevaban en sus manos y que tapaban la lápida de la pequeña María Esther. A la salida, sus padres volvían a sentir el calor de los vecinos que se acercaban para lamentar lo ocurrido. Esta vez estaban más enteros y ahora eran ellos los que calmaban los ánimos de sus allegados, esperando que la pesadilla acabe pronto con la detención del responsable.

Para los vecinos será imposible olvidar lo ocurrido, borrar las imágenes de ayer. «Ya sabes que no debes montarte en ningún coche con una persona desconocida, ¿verdad?», dijo una mujer a un niño pequeño, una vez que la multitud ya se había disipado.