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Oler... huele

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Tito, hijo del emperador Vespasiano, le recriminaba a su padre el cobro de impuestos sobre las letrinas públicas. El emperador le acercó a su hijo el dinero de la primera recaudación preguntándole si le molestaba el olor, y al contestarle Tito: «non olet» (no huele), le replicó: «y sin embargo es producto de la orina». Esta anécdota la refería Rafael Sánchez Ferlosio a propósito de un libro suyo publicado en 2003 que lleva por título precisamente 'Non olet', un conjunto de ensayos (rebosantes de lucidez, como casi todo lo de Ferlosio) en torno a don dinero, ese caballero que supera fronteras, épocas, situaciones, dignidades, pituitarias y todo lo que haya que superar sin perder un ápice de su poder absoluto, totalitario. Pero, realmente: ¿huele o no huele el dinero? Supongo que es cuestión de pituitarias.

Posiblemente, lector, lectora, usted haya podido comprobar estos días si el dinero huele o no, a propósito de la 'ayuda' que el Gobierno chino nos ha proporcionado prometiéndonos comprar deuda soberana española, en un «gesto de confianza» al parecer muy valioso y valorado, a juzgar por el jolgorio general con que ha sido recibido. Supongo que vienen tiempos en los que tendremos que echar mano en cantidades peligrosas (para la ética) de eso que llaman pragmatismo político, 'realpolitik' y que a menudo afecta a las pituitarias de gobernantes y gobernados dejándolas insensibles a determinados olores. Si es cierto, como asevera el dicho, que en tiempos de tribulación es recomendable no hacer mudanza, me temo que habrá que acostumbrarse a los malos olores y dejar las finuras de nariz para cuando pase la crisis.

El problema es que cuando eso ocurra, y casi sin darnos cuenta, nuestro ya debilitado estatus de ciudadanía democrática habrá sucumbido a las nuevas formas de totalitarismo que vienen. El gobierno chino está comprando tierras, recursos, deudas y voluntades por todo el planeta. Los países que se venden -incluso los llamados democráticos- reciben este dinero como si no oliera, y ven una «muestra de confianza» donde no puede haber más que futuro sometimiento. Pero el caso es que ese dinero procede de las letrinas más cutres del mundo, donde a diario se mean y cagan rendidos por la humillación y el dolor millones de seres humanos. Por tanto, aunque sea producto de la confianza del gobierno chino hacia la economía española, ese dinero huele que apesta.