EL MARCADOR

EL FÚTBOL Y SUS DEMONIOS

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En el fútbol moderno, el del siglo XXI, existe una pandemia que está acabado con el fin último de este deporte, la diversión del que mira. Del que mira desde su asiento bien pagado desde una hora antes del partido o seis meses antes, y también del que ahora mira por la ventana todopoderosa de la caja tonta, de la televisión. Enrique Cerezo, presidente del Atlético de Madrid y, por ende, miembro del G30, ese grupo de equipos de la LFP que negocian cada equis años la venta de la imagen de su equipo, es decir, jugadores, abonados, escudo y sentimiento, a los operadores de televisión, aunque en este caso el monopolio en España es altamente perjudicial para sus intereses.

Sin embargo, los perjuicios no están para gritarlos a viva voz cuando unos meses antes te has lucrado alegremente de algo que no es tuyo, el sentimiento de un equipo. Volviendo a Cerezo, al productor de cine, que hace más negocio en la taquilla del Calderón que en la de los cines Rialto, le molesta, y mucho, que a su equipo lo echen por la 'tele' los lunes por la noche. Podría entenderlo si lo hiciera Quique, pero a Cerezo no se lo permito, porque bien que lo aprobó en su momento con Javier Tebas a la cabeza.

También alzó la voz Javi López, del Xerez. Lógico, cansado de tanto jugar un viernes noche. Las quejas, más bien, deberían ir dirigidas a los gestores, esos que han hecho el presupuesto gracias a esa tele que tanto daño les hace, ironías al margen.

Lo que no es irónico es lo de ese limbo entre el fútbol profesional y el amateur. Esa Segunda División B con equipos con nóminas de Segunda y campos de Tercera. Esos que no levantan la voz y que están siendo olvidados por las televisiones, a pesar de que algunos, llámese Cádiz, Extremadura y Badajoz, tengan más masa social que muchos de Segunda (o incluso Primera). Es lo que tiene haber vendido su alma (y las de todos sus aficionados) al diablo de la 'tele'.